Aun siento tu calor en mi piel. Mis poros están exhaustos por tu aroma. Cuántas ganas tenia de tí. Cuanto tiempo esperando este momento, tanto que he estado tan cerca del éxtasis que no quiero volver a ser la de antes. No te despiertes aún , déjame recorrer cada centímetro de ti mientras proceso esta noche, permíteme grabar en la memoria como ha sido tu vuelta Andrés, la sorpresa de verte tras una jornada llena de temor, humillación y desolación.
La última vez que vi ese pelo ralo, tosco y castaño, pensé que jamás volvería a tenerlo cerca, aún menos volver a enredar mis dedos en él al tiempo que succionabas el deseo de mis pechos en el ascensor de tu apartamento. ¡Dios! Había llorado mucho, sí , había creido que nadie podría sacarme de allí, que este era el fin de mi carrera, de mi vida, que me quedaría entre esas rejas. Y encontrarte allí, junto al sargento de policía , con esa sonrisa cansada, tierna, sensual, entonces sí comencé a temblar Andrés. No importa cómo , ni por qué tu, pero me alegró tanto que estuvieras allí, que el corazón comenzó a despegarse de mi pecho, a dar brincos dentro de su caja y el aire en mis pulmones no conseguía acompasarlo. Tanto que casi me desvanezco, allí delante de ti, por primera vez, dejando en evidencia mi deseo, mi lucha por poseerte, la extrema excitación de mis bragas al clavarme esos ojos cristalinos. Esos que ahora se esconden detrás de estos enormes párpados y que ahora murmuran con el recuerdo de nuestros deseos hechos certeza.
En el coche me iba enamorando de este perfil griego de nariz angulosamente perfecta reposada sobre unos carnosos y encarnados labios que desafiaban la ley de la gravedad. Tuve que contener la ambición de hacerlos míos mientras conducías hacia tu casa. Ahora puedo dibujar tu rostro con la punta de mi corazón, entreteniéndome en los huecos de tu barbilla para que puedan marcarse bien las sombras de este bellísimo boceto. Siempre me ha gustado tu barba de dos días, tu barbilla medio afeitada arañando mi entrepierna en la oscuridad de ese ascensor cómplice de nuestra sed de este placer infinito. Quizás si no se hubiera parado , si no nos hubiésemos quedado encerrados habríamos esperado a deshacernos en tu cama. Pero eran demasiados los espacios inacabados entre nosotros, demasiados los momentos con puntos suspensivos y este no podía terminar igual, no iba a permitirlo.
En el momento que un golpe seco dejó sin luz el ascensor, note como el corazón tomaba carrerilla. Ese paso atrás hizo que tus dedos tropezaran con el borde mi falda de tubo negra. Se aferraron a ella como el bebe a su teta materna y comenzaron a trepar por la envergadura de mis muslos. Iniciaron el juego con el encaje de mi tanga mientras yo saboreaba los efluvios del deseo en tu cuello, mordiendo y arañando como el depredador que por fin dio caza a su presa. No recuerdo como nuestras ropas quedaron tendidas en el suelo, acompañando a la vergüenza de ser descubiertos por algún vecino madrugador, pero aún siento los espasmos tan gozosos reptando por mi interior al recibir tu empuje y tu excitación. Tus manos sujetando las mías sobre mi cabeza , aprisionando mi cuerpo contra la pared y aferrándote a mi cuerpo como si no hubiera mañana. Con estas manos que ahora acarician mi cintura , impidiendo que me vaya de esta cama sin que sientas que te abandono.
Pero me da miedo que te despiertes, me horroriza pensar que todo esto no es más que otro apunte en tu calendario, otra nombre más en tu agenda. En aquellas escaleras del aeropuerto decidí borrarte de mi memoria, olvidarte para siempre y continuar con mi historia sin que fueses ni tan siquiera un papel secundario. Y no pude Andrés. Desde el mismo instante que cruzamos la mirada en el hall de la facultad, he sido incapaz de quitarte de mi mente, de borrarte, resetearme y desear a otros como te he deseado a tí. Y sé que me harás daño, me romperás el corazón de nuevo , volverás a desaparecer sin reparar en que me dejas aquí, sola y destrozada. Y no puedo permitírmelo. No debo volver a caer en la desesperanza, el desconsuelo que me hizo acercarme al indeseable de Luis, así no. Tengo que ser fuerte, tengo que salir de aquí , de esta cama, hoy la que desaparezco soy yo. Sí, es lo que tengo que hacer, es lo que debo hacer.
Vamos, sal de la cama. Sin que te oiga Sandra, sin que te sienta. Deslízate despacio entre las sábanas, así. Espera, un segundo, un minuto más, déjame robarle un trozo de su alma, para que me acompañe. Imprímela en la memoria, es la imagen más bella que quedará entre nosotros. Ahí tumbado, desnudo sobre la cama con la sábana dibujando una anatomía tan perfecta con el sol entrando por la ventana velado por esas venecianas, luces y sombras que perfilan al mejor amante que has tenido y tendrás Sandra.
Vamos sécate las lágrimas, coge tu ropa y sal, sal ya o serás esclava de tus deseos para siempre, continuarás siendo el antojo caprichoso de cualquiera, y eso, eso no es lo que te mereces……
Ahh esta hermoso este post!!! Me gustaría q si puedes revisaras cualquier ratito mi blog 🙂 https://deliriousarchives.wordpress.com
Gracias!! Forma parte de la historia de Sandra, se la recomiendo…. Y por supuesto q revisare su blog, un placer!