Escena 1.
Susana entra en la cafetería, lleva una falda de cuadros escoceses, unas bailarinas negras, chaqueta de punto azul abotonada hasta el pecho y una coleta recoge su pelo rubio en la nuca. Lleva entrelazadas las manos sobre la falda, y a través de sus lentes de pasta negra repasa las mesas del salón buscando a Jaime. Está sentado en una mesa junto a la ventana, de frente a la puerta, con un jersey azul marino que deja ver los picos de su camisa también azul. Bebe una jarra de cerveza. Sobre la mesa el libro de En el blanco de Ken Follet .Susana le reconoce y se acerca, liberando su pelo de la goma y arrastrando sus gafas algo más atrás de su frente para que hagan de diadema. Aprieta los labios y los saborea con su lengua para darles color, mientras camina, desabrocha los dos primeros botones de su chaqueta de cachemira, dejando ver el inicio de su pecho:
-Pensé que la invitación era tomarnos un café.
Jaime gira sobre sí mismo en la silla y mira asombrado a Susana.
-Hola Susana, contaba con el típico retraso de las mujeres para poder tomarme la cerveza antes del café.
Susana arquea una ceja:
-Pues si finalmente mereces una oportunidad, comprobarás que suelo ser muy puntual.
-¿Debo pasar algún test o algo? Un poco de suspense ¡cojonudo! Entonces qué ¿me acompañas o prefieres el café en otro lugar?
Susana echa un vistazo al resto del salón, se para en la barra como si hubiese conocido a alguien. Acomoda el bolso en su hombro y continua:
– Bueno, hay que evaluar todos los puntos a favor y en contra. Ahora mismo no se si esto realmente es lo que me apetece y ando buscando…..
– Vaya, espero no haberte decepcionado tan pronto. Tú, sin embargo, me resultas mucho más interesante que ayer. Esto de ser teleoperador no está nada mal, salen oportunidades que hay que aprovechar.
-El teléfono engaña, ya te dije.
-Absolutamente de acuerdo. Pero en esta ocasión, no. La realidad parece superar la ficción.
Jaime se levanta y separa la silla para que Susana pueda sentarse. Ella deja su bolso encima de la mesa y acomoda su falda antes de inclinarse sobre su asiento. Percibe la mirada de Jaime sobre su escote. Aprovecha y acomoda su pecho entre los brazos mientras apoya los codos sobre la mesa. Con sonrisa pícara le dice:
-Veamos que puedes ofrecerme ahora que estás delante de mí. Un café, por favor.
Susana le mira a los ojos , y le guiña el suyo.
Escena 2.
Susana está en una tienda probándose unos zapatos de charol rojo con mucho tacón. Siente que el móvil vibra dentro de su bolso rojo también de Carolina Herrera. Ramón está coqueteando con la cajera y ni se inmuta por la melodía del teléfono. Chasquea la lengua en señal de resignación, abre el bolso, coge el teléfono y lo coloca entre su hombro y su oreja:
-Sí, ¿dígame?
-¿Susana Sáez García?
-Buenas tardes, le llamo del servicio comercial de eBanco Pastor, por una campaña sobre tarjetas de crédito. Mi nombre el Jaime, ¿tiene un momento para atenderme?
-Todo el tiempo del mundo, Jaime. Cuéntame.
Escena 3.
Susana está sentada en la tapa de la taza del wáter. Con la toalla entre la piernas, mira fijamente al suelo. Está semidesnuda. Sin sujetador y el pelo enmarañado cae sobre sus hombros. Llora. Al otro lado de la puerta se oye una voz masculina.
-Siempre con las mismas mierdas, no tengo tiempo de tanta tonterías Susana. Sabes que no me gusta que salgas por ahí como una fulana. ¡Esas zorras no son más que unas busconas! Te he dicho una y mil veces que eres mía, solo mía. Desde aquel puto café, me perteneces. Espero que estés aquí cuando vuelva de gimnasio. Por tu bien, no me hagas salir a buscarte. Y tu móvil, encendido.
Susana pega un respingo sobre el wáter, al oír el fuerte portazo en la habitación de al lado. Se incorpora, y mira el espejo. Lava su cara con agua y aclara su vista. Con gesto enfurecido habla a su reflejo:
-¿Mierda? Mierda eres tú, cabronazo. Tú no me mandas, no eres mi dueño. No has sido nada para mí. Y vas a dejar de serlo pero ya, en cuanto salga por esa puerta. Maldito el día en que te conocí, Ramón. Hoy saldrás de mi vida. Para siempre.
Escena 4.
Susana está en la cocina de su casa, con un pantalón ajustado gris, una pinza recoge el pelo en un moño revuelto y la cinta del sujetador negro sobresale sobre el tirante blanco de su camiseta de Betty boop. Hay una luz tenue, solo ilumina la estancia la campana extractora. Está preparando un zumo de tomate cuando suena el teléfono:
-¿Susana Sáez García?
-Sí soy yo,¿ Quién es?
-La llamamos del servicio de calderas de Valliant. Tienes usted una caldera de condensación modelo Eco Tec plus instalada hace dos años, ¿correcto?
-Sí , es correcto.
-De acuerdo, pues según la normativa vigente en su comunidad autónoma debe usted realizar una revisión anual de su caldera. Nos consta que salvo la puesta en marcha usted no ha realizado ninguna otra revisión. Nuestra llamada es para ofrecer nuestro servicio de mantenimiento y limpieza de su caldera, ¿podría indicarme en qué fecha le vendría bien que nos pasáramos?
-Pues va ser que en ningún momento me viene bien. La compañía que me suministra el gas ya se encarga de hacer las revisiones pertinentes y obligatorias. Así pues , lo lamento pero no tengo tiempo para esto.
Susana se despega el teléfono de la oreja dispuesta a finalizar la conversación cuando oye un :
–Disculpe, por favor, no cuelgue, nadie le ha dicho nunca que tiene usted una voz muy radiofónica. No será usted locutora de alguna emisora, me suena su voz.
-No lo siento, no tengo nada que ver con la radio. Creo que está usted desviándose de su objetivo.
-No ,para nada. Tengo distintos objetivos marcados por cada llamada. Y en la suya acabo de marcarme uno muy personal. Le aseguro que jamás he oído una voz como la suya.
Susana se para frente a la ventana de su cocina y aprovecha el reflejo del cristal para comprobar lo bien que le ajustan al culo sus nuevos leggins de correr. Atusa los mechones sueltos de su moño y sonríe de medio lado:
-Pero no acabas de decir que te suena mi voz, ¿en qué quedamos, majo?
-Si bueno, realmente no la había oído antes, pero es realmente bonita. Y estoy seguro de que la persona a la que pertenece está mucho mejor.
Susana suelta una carcajada:
-¿Estás ligando conmigo?
-No simplemente me gustaría conocer a la mujer de tan magnífica voz. Yo también puedo sorprenderte. En persona gano bastant, aunque no tenga una voz tan interesante. Podemos tomar un café y comprobar si la realidad supera esta ficción.
-El teléfono engaña, ¿estás seguro de lo que propones? Puedes arrepentirte después.
-No lo creo. Y sí, estoy seguro. ¿Conoces el café comercial, en la glorieta de Bilbao?
-Sí claro, cómo no.
-Bien pues mañana a las seis y media allí.
-De acuerdo, yo llevaré una falda de cuadros escoceses y tu un jersey de pico azul y un libro de Ken Follet, el que más te guste.
-Parece que no es la primera vez para ti. ¿Y si no me gusta Ken Follet?
-Pues entonces no pierdas el tiempo guapo. Por cierto ¿tu nombre es?
-Estoy dispuesto a arriesgar, no lo dudes. Y mi nombre es Ramón.