Introduzco la llave en la cerradura a la vez que guardo el móvil en el bolso, ya no soporto más el soniquete de los whatsapp que no dejan de llegar. Sin darme cuenta estoy volteando la llave en el aire, pues la puerta ya está abierta. Apoyado en el otro extremo del umbral, sujetándola como si fuera a caerse, un jovenzuelo fornido con camiseta ajustada y brazos amenazantemente esculpidos, me sonríe con cierta insolencia que me deja sumida en una perplejidad infinita, no tanto porque está en mi casa , más por su espectacular indumentaria.
Con el brazo derecho me invita a pasar haciendo un signo de reverencia que acompaña con el ladeo de su rostro y el guiño de su almendrado ojo diestro.
Adelante señorita, la estábamos esperando. Ya está todo preparado.
Sujeta mi mano con la suya mientras cierra la puerta con la otra, y acto seguido descuelga mi bolso del hombro y me invita a entrar en la cocina. Compruebo que son mis muebles, mis tazas, mi microondas, la mesa del desayuno con mis dos sillas Glass de acrilico transparente que tanto me costó encontrar por internet. Aún el Hola está abierto sobre la mesa, como lo dejé esta mañana.
Ya estoy terminando solo falta la aceituna.
En dos copas de balón está terminando de preparar unos Gin-tonic con dos flores de hibiscus escurriendo entre los hielos. Ahora que me fijo, no son pantalones cortos , tan solo viste unos bóxer negros de Calvin Klein que muerden con solo mirarlos.
Acompáñame preciosa. Te va a encantar.
No doy crédito a lo que sucede. Después del día que llevo hoy, no me puede estar pasando esto. Yo solo quería llegar a casa y descansar, reposar los pies sobre el sofá mientras ahogaba el descalabro de ventas en el alcohol de una cerveza o de dos. Y con la salida del nuevo plan PIVE del gobierno, mejor iban a ser tres que dos. Aunque ahora que lo pienso , no está de más olvidar con un Gin-tonic de los buenos.
Sin darme cuenta y el por qué, será el Gin-tonic, será el boxer, o el portador de ambos, recorro mi salón minimalista observando lo magníficamente conjuntados que quedan la chaise-longe de cuero blanca con el sillón relax negro y la alfombra de vaca que calienta mis pies descalzos. De la cocina al comedor el perdido mis zapatos sin ser consciente de ello. El equipo de música está encendido y las entornadas venecianas alimentan una atmósfera cada vez más enigmática. Sade se escapa por los poros del ipod y no puedo evitar contonear mi cintura con sus notas . Mi acompañante gira en ese momento la cabeza , soltando una carcajada algo inquietante. Existe una corriente que me hace seguirle y no entiendo por qué aún no he sido capaz de preguntar qué coño hace en mi casa.
Al pasar por delante del baño, la puerta está abierta y me deja comprobar que soy yo la que está en cuerpo y alma. Descubro que llevo más botones desabrochados de mi blanca camisa de los que pensaba, y una coleta con más bollos que un coche del desguace. Atuso el pelo deshaciendo el recogido y dejo la abertura de mi escote como está. Compruebo que mi extraño invitado ha desaparecido en el interior de mi habitación. Acelero el paso para asegurarme que no se ha perdido o, que no me he perdido yo.
La cama está vestida de gala. Alguien ha cambiado mis sábanas de franela azul por suave y deslizante raso gris cubierto de pétalos rosas formando un corazón. La luz de la habitación va cambiando de color, ahora azul, ahora verde, ahora rosa….. El muchacho ha dejado las copas sobre mi cómoda, y se ha quitado la camiseta. No hay dos copas, son tres. Ahora sí que me tiemblan las piernas. Doy un paso atrás y me sujeto la espalda en el marco de la puerta, no es momento de desfallecer.
Se acerca balanceando los músculos al ritmo del suave hilo musical que llega desde el salón y tiende su mano hacia mí. Me dejo llevar y acepto su invitación. Rodea mi cintura con su turgente brazo mientras acaricia mis labios con los suyos.
Déjame que te lleve, no tengas miedo Saida, baila conmigo.
Sujeta mi nuca con su otra mano, mientras siento como desabrocha el botón de mi falda de cuero negro. De repente, una cinta suave se posa sobre mis ojos y alguien la anuda sobre mi cogote. Unas manos, otras, acarician mis pechos rítmicamente. Comienzo a tener calor, aunque constantes escalofríos me hacen tiritar. Esas caricias no son extrañas. Mis pezones reconocen el tacto de esa piel. Me susurran al oído la canción que está sonando. Es mi canción. Me aprisionan por detrás y mi cuerpo se estremece de placer.
Feliz aniversario amor, te has hecho esperar.