Lanza el despertador rojiblanco contra la pared para que pare el maldito himno de su equipo madrileño. Patalea sobre el suelo en busca de esas zapatillas azulgranas del equipo de su hermano, (como es el pequeño todo lo hereda). Se estira buscando en la mesilla sus gafas blancas de pasta para acto seguido plantarse delante del espejo enano del baño azul, agarrando el cepillo de dientes como si fuera a degollarlo. Mete su pie en la ducha mientras a tientas busca el grifo para que comience a salir el agua,»¡LECHES! siempre está como el hielo». Mantiene un pie dentro para asegurarse cuando está el agua a la temperatura adecuada. Mientras busca en el armario su champú de huevo que le deja el pelo brillante y liso, como a él le gusta. Sale de la ducha enfundado en su albornoz de Batman, coge el peine negro para colocarse el pelo a lo Justin Bieber o Jonas Brothers, y engominar levemente la parte del flequillo que debe caer ligeramente sobre su ceja derecha. A la vez y de un salto se mete los calzoncillos y pantalones, camiseta negra con estampa de la Estatua de la Libertad y zapatillas tipo converse. Hoy no toca Educa (gimnasia para los profanos). Coge la mochila y revisa que todos sus libros estén dentro, incluida la agenda. Echa un ultimo vistazo al horario que tiene colgado en la pared de encima de su escritorio, «¡uff!» casi se le olvida el block nuevo para dibujo, a punto ha estado de sumar otro negativo. Se coloca la pesada mochila sobre los hombros y baja saltando las escaleras…….. no espera, hoy no .Hoy baja despacio, en el más absoluto de los silencios esas escaleras de mármol blanco que le conducen hasta su cocina. Ha notado que algo extraño sucede allí. Su madre ya está en el trabajo, su padre acaba de salir por la puerta, y su hermano , su hermano sigue perezosamente peleando con la almohada. Oye música y aplausos, risas y sollozos, parece haber un festín culinario en aquella cocina. Se desplaza de puntillas sobre el suelo marrón de tarima , se agacha hasta doblarse a la altura del picaporte y entreabre muuuy despacio la puerta.» ¡Dios mío! ¿Pero que pasa aquí?» Frota fuertemente sus ojos y se pellizca las mejillas para comprobar que esta despierto. Sí, está muy despierto, pero su mente no da crédito a lo que ven sus ojos: en su cocina se esta celebrando una fiesta, un festín por todo lo alto, una ceremonia: pues se están casando las piezas de loza del menaje de su madre.
Todo está espectacularmente bonito. La luz blanca que penetra a través del estor lila de lino proyecta hilos de colores sobre la mesa de la cocina, como si fuera una vidriera de cualquier iglesia gótica. La mesa está vestida con una alfombra de flores rojas y sobre ella los invitados esperan a que se celebre la ceremonia. La cafetera con su traje en blanco y negro a topos , espera impaciente en el altar, el cubre mantel de ratán. Enfrente tiene al novio , un tazón algo más delgado , pero que en ningún caso puede pasar por taza, no nos equivoquemos. Le mira una y otra vez, es este el que se va a llevar a su preciosa hijastra, la más bonita de todas las tazas de la vajilla inglesa de doña Sonia. Se le anuda el cuello de la emoción, pero le ha prometido a su hijita que no derramará ni una sola gota, y así lo hace, traga y deshecho el nudo. A la derecha del novio , su madre, la lechera, muy flaca por cierto, será que tomo mucha descremada antes de la boda. Echa un vistazo alrededor para ver si ya han llegado todos y no falta más que su princesa. Ya ha llegado el sir ingles, con su bastón y sobrero de copa, el señor Soletilla. A su lado se le han pegado la galleta y su suegra, la gorda magdalena con una falda de tul plisada blanca horrorosa. El matrimonio mejor avenido de todos los tiempos, Don Churro y Doña Porra, ambos con traje marrón de pana se desplazan muy rectos al lado de la seductora Tostada, algo quemada, que enseña su espalda con un vestido palabra de honor de mermelada de frambuesa.
Ya llega la novia. Una bandeja cuadrada de plata le sirve de carruaje. Se desplaza como si volara , y se posa lentamente a los pies de la alfombra de flores mientras los invitados se asombran de la belleza que desprende una simple taza. El novio se muerde los labios debido a los nervios del incipiente acontecimiento. Ya se acerca, suenan las campanas, sus amigas las cucharas. Esta guapa, la más bella, levanta el velo de nata blanca y entrelazan su asas. Servilletas blancas sobrevuelan en el cielo , son palomas que aletean de alegría celebrando el reciente matrimonio. Ya se besan, el azúcar endulza la imagen de los recién casados como granos de arroz que les lanzan los contentos invitados. Es la primera boda que se celebra en esta casa. Una fiesta sin igual.
Un estruendo rompe tan bella estampa. Juanito no ha tenido tiempo de reaccionar. De repente se encuentra en el suelo , con la mochila ajada en su cuello y su hermano Miguel mordiéndole los pies con la boca. «¡Pero qué torpe eres, Miguel!» piensa Juanito cuando consigue deshacerse de la mochila y quitarse a su hermano de encima. Al bajar a toda prisa por la escalera, ha tropezado con la alfombra del recibidor y ha ido a parar encima de su hermano , a quien, del empujón, ha introducido hasta la mitad del suelo de la cocina. Juanito se levanta. Echa una mirada de total desaprobación al desastre de su hermano y, a continuación, gira la cabeza hacia la mesa de la cocina. ¿Qué ha pasado con la boda? ¿se acabó la fiesta? Todo parece en calma. El mantel de flores esta puesto en la mesa y, sobre ella, les espera el desayuno. Cola cao en taza para Juanito y leche fresca en tazón para Miguel . Las tostadas y magdalenas aguardan en el cestillo sobre el salvamanteles de ratán. Mama ha vuelto a dejarles el desayuno preparado. No quiere que sus chicos afronten el día sin un buen aporte de calorías y vitaminas. Mamá si sabe lo que es un verdadero festín para desayunar.