Y no se trata solo de sangre nueva. Se trata de que la sangre fluya, de que esos trombos que han taponado durante tanto años las conciencias, dejen que llegue la sangre al cerebro y comience a funcionar. Y digo trombos por no mencionar la casta, que últimamente parece muy manido el término.
Parece que esto de Podemos les ha hecho removerse en sus tribunas parlamentarias. Cuanto menos ha causado desasosiego e inquietud entre la decrépita capa política de este país o ¿debería decir caspa?. Ha levantado ampollas , vejigas de esas que salen cuando uno lleva mucho tiempo en el mismo sitio , en la misma posición. El caso es que ahora se apresuran poniendo caras nuevas , jóvenes con ideas renovadas, o jóvenes, sin más. El caso es que no solo con sangre nueva basta. No solo necesitamos transfusiones , requerimos que la sangre circule, corra por las venas de esos que nos representan y que les hagan sentir lo que el pueblo lleva pidiendo tanto tiempo, tantos años: honestidad, compromiso, justicia.
Son conceptos grandilocuentes, pero que nunca debieron suponerse innatos en cada uno de ellos. Debimos exigirles actos constantes que demostrasen su integridad, su saber hacer y su responsabilidad para cada uno de ellos. Pero el ciudadano estaba anestesiado por las propagandas baratas del neoliberalismo más negrero, absortos todos en la carrera por poseer lo máximo posible, para ostentar un peldaño más en la escalera social. Quién no fue víctima de ínfulas y deseos de superar a su prójimo, en lugar de compañero del camino. Quién no estuvo tentado a engañar , vapulear y denostar los más preciados valores de una sociedad demócrata.
Muchos mentiríamos si dijésemos que no nos vimos arrastrados en parte por la venta de un modelo de vida, un modelo de sociedad y de estado que iba en contra de nosotros mismos. Fuimos los damnificados de nuestra propia ceguera, maltrecha nuestra cordura por falacias materialistas.
Y eso es lo que estamos curando, y eso es lo que da miedo. Hemos vuelto a la luz, nos estamos despojando de los harapos malolientes del putrefacto capitalismo. El ciudadano ha comprobado que los de arriba no tienen menos defectos que nosotros mismos, ni más virtudes tampoco. Por ello, nos deben demostrar en cada acto, en cada paso y en cada palabra, que efectivamente no nos dicen lo que queremos oír, que no sólo muestran lo que quieren que veamos, que no caminan por pasillos oscuros detrás de puertas giratorias. Tenemos el derecho de exigirles respuestas a cada una de nuestras preguntas, y soluciones a cada uno de nuestro problemas, porque una sociedad demócrata deja de serlo desde el momento en que esto se convierte en un monólogo.
Es el momento de destapar las heridas, que escueza y que les duela lo que nos han hecho. Que se avergüencen por no haber cumplido con sus principios: Honestidad, Dignidad y Compromiso.
Por eso, que todo fluya, que la sangre nueva entre y llegue hasta donde tenga que llegar, pero que el cerebro funcione ya y con ello, una nueva sociedad.