TIEMPOS MALDITOS


El sol calentaba nuestra espalda mientras la respiración del mar nos acariciaba la cara. Esperaba toda la semana a que llegara el momento preciso de volver a calzarnos las bicis y repetir nuestro paseo del brazo de Neptuno. El silencio acompañaba nuestros pensamientos , la tortura de nuestras rutinas quedaban aparcadas en el apartamento y dábamos paso al deleite por senderos improvisados. Y ellos nos ayudaron a perdernos entre mantos de colores de amapola, malvas y margaritas o entre jarapas de guijarros, grava o arcilla. Hecho de menos la poesía de tus miradas por el reflejo del paisaje, el perfume de tus halagos y el calor de los abrazos entre el camino y nuestros pedales. Viuda quedó mi paseadora el día que tus ruedas se perdieron para siempre en el infinito. Dime que volverás pues quiero seguir siendo el amante clandestino de un tiempo maldito, la novia infiel de lo cotidiano.

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