Sorpresas Felinas, SanValentín

sonrisasfelinasNo todas las sorpresas son siempre lo que esperamos de ellas. Aquí me hallo. Escondida en un pequeño aseo en lo más recóndito que he encontrado en esta casa perdida en la sierra, tiritando por el gélido tacto de la porcelana de esta antigua bañera y una humedad que escarcha todos mis huesos. ¿De qué me escondo? La verdadera pregunta es: ¿de quién me escondo? Pues de mi queridísimo Rodolfo. Ya me decía mi madre : ¡hija por Dios! ¿A tus años no sabes que los argentinos tienen mucha labia? Te envuelven con esa palabrería de pulpito socioliberal, y sin darte cuenta te llevan hasta donde ellos quieren y te enredan con sus tentáculos y ya no tienes cómo escapar. Y por llevarle la contraria y ningunear los prejuicios reaccionarios de mi madre, aquí estoy oculta. No he encontrado otro lugar más recóndito y furtivo para huir de los enredos de mi argentino y de la orgía que me ha preparado para hoy con la triste excusa del San Valentín en mi 40 cumpleaños.

Tampoco llevamos tanto tiempo juntos como para que conociera cuál era la celebración que yo esperaba. Es cierto que 2 meses de relación no dan para que supiera hasta donde dan de sí mi tímida y pudorosa actitud debido a la educación en las monjas. Yo aún no he tenido ocasión de compartir con él alguno de sus estrenos. Sin embargo, me apresuré a creer que su profesión como escenógrafo y fotógrafo de cine, y sus facultades como observador de detalles, nos ayudarían a la hora de conocernos. Es más, esta misma mañana cuando se presentó en la cama , con mi desayuno en una bandeja, esa rosa roja entre las solapas de Madame Boubary, el café humeante en la taza con un corazón pintado en la nata, me he dicho : ahora sí Beatriz, este sí que sí ha entendido lo que necesitas, seguro que el día de hoy va a ser un gran día.

Ey flaca , esta tarde necesito que vos me acompañe a ver unos sites para el rodaje que estamos preparando, no le importá ¿cierto? ¿aunque sea San Valentín y el cumpleaños de vos? Después lo festejamos vos y yo con una torta bien rica y todo lo demás. Usted déjeme que yo me ocupe de todo. Dale , tómese el desayuno que se enfría. Este es mi primer regalo para vos.

Me dejó una caja con un enorme lazo rojo sobre el edredón. Primera señal de alerta. Pero me despistaron el halo brillante que ondeaba sobre su cabeza y las mariposas y corazones que flotaban a su alrededor. Lo sospechoso no era la caja con el enorme nudo encarnado, sino su contenido: unos leggins de cuero negro con zapatos de aguja de un elegante charol, acompañados de un body sin mangas que dejaba ver más de lo que tapaba. Segunda señal de alerta. Y para rematarlo:

Es para vos, para esta noche. Y no olvidés ponerte la careta de gatita.¡Miau!

Arañando el aire escondió su mirada cristalina tras un antifaz negro a lo Catwoman. La sonrisa de medio lado en sus labios, ponía de manifiesto que la noche estaría más cerca del fuego eterno que del frío apático del limbo. Su graciosa caricatura de la realidad, lejos de causarme inquietud alguna, prendió el pasivo estado de mi entrepierna de inmediato.

Despojé mis manos de los seductores regalos. Me colgué de un salto sobre sus caderas aferrándome al pelo de su cogote, mientras succionaba su acento argentino con mis, todavía, adormecidos labios. Enredó sus dedos en mi melena, me apretó contra su cuerpo al bajar velozmente sus manos para agarrar con fuerza mis nalgas mientras nos perseguíamos las lenguas en un twister temerario. Pero frenó en seco antes de pasar al siguiente capítulo erótico-festivo con una insignificante excusa (otra alerta más):

Pará, pará, que tengo que salir y así no dejás que me vaya tranquilo. Por favor, Beita no seas mala y guardámelo para un ratito.

Entrelazó mis manos sobre el pecho y las besó caballerosamente. Acto seguido desapareció por la puerta en busca de no sé qué equipos digitales que le hacían falta para el puñetero próximo rodaje. ¡ Y tan próximo! Inminente rodaje diría yo. Ahora me explico para qué corría tanto, para qué necesitaba estos malditos reporteros de la ficción.

¡Qué frío hace en este pueblo! No creo que aguante toda la noche metida en esta bañera sin desfallecer. ¡Qué sueño! ¡Y hambre!. Sin cenar, sin tarta, y sin cumpleaños, ¡vaya desastre de los enamorados, Beita!, ¡Menuda sorpresa! Si por lo menos hubiera almorzado en condiciones, si mi familia se hubiera dignado a comer conmigo, ahora mismo no estaría en esta situación. Necesito mi móvil, necesito llamar a mi hermana y que venga a rescatarme, y me dé una explicación convincente del plantón de esta mañana en el Vips.

El hecho de tener que comer sola en el Vips de Gran Vía un domingo 14 de Febrero, no era para nada mi idea de una celebración familiar. Resultó que todos habían enfermado de repente por una gripe desconsiderada debido al cambio de tiempo de la última semana. Hasta mi madre parecía tener voz gangosa al contestar a mi invitación. El caso es que lo entendí como una coartada para no encontrarse conmigo. Y aunque no me cuadraba mucho que mi familia fuese a participar en una fiesta algo subida de tono, pensé que efectivamente estaban muy ocupadas….preparando mi fiesta sorpresa de…….. ¡¡DISFRACES!! ¡¡¡ Síiii!!! Entonces los nervios decidieron que ya comería más tarde, después de soplar las velas de mi tarta.

Mi amor, perdóname, ya voy con vos. Un tarado se confundió de video y tuve que esperar a que regresara . Me da bronca que vos comiste sola, justo hoy. Que fastidio lo de tu filia. En treinta minutos la recojo mi flaca. Preparate porque ya estoy a full con vos. Va a ser una noche bárbara.

Colgó la llamada y terminé mi nespresso. Dejé la taza sobre la encimera de la cocina mientras saqué el tanga negro de la secadora. Estaba dispuesta a darlo todo, era mi cuarenta cumpleaños, iba a recordarlo toda mi vida.

Tras una ducha con aceite de almendras dulces y argán, y una delicada rasura del monte pélvico, me enfundé los regalos de mi ardiente Rodolfo, perfumando todos los poros de mi piel antes de introducirme en cada una de las prendas del disfraz de minina. Un whatsapp en el móvil me advirtió que ya había llegado mi chófer. Me asomé por el balcón del cuarto y allí estaba su Volvo, aparcado en doble fila guiñándome con los intermitentes de emergencia invitándome a acelerar mis pasos. Agarré la cadena dorada del único bolso que tenía y hacía juego con los zapatos de charol y revisé por última vez mi escote, tirándole un beso a través del espejo de mi tocador.

¡Estás relinda, che! ¿Sabés que te quedá genial ese escote? Sos un pibón. Dale, dale, que vamos retrasados.

Según metí el tacón en el coche, arrancó como alma que lleva el diablo. Y ahí me encuentro, en el mismísimo gélido infierno.

La casa de piedra y ventanas de madera noble se encuentra en lo alto del pueblo. Ni tan siquiera creo que haya un maldito taxi que me saque de esta ridícula situación. No he podido fijarme en su nombre al circular por sus empedradas calles a más velocidad de la permitida. La oscura callejuela del chalet apenas se ve iluminada por las farolas lejanas de la plaza de la iglesia. Me ha parecido ver coches aparcados a la izquierda de la casa, pero ninguno me ha resultado familiar. Rodolfo ha abierto mi puerta y agarrado mi mano para ayudarme a salir del coche. Mi seductor argentino ha tapado mis ojos con una venda impidiendo que perciba aquello que nos ha acompañado clandestinamente en el maletero. En medio de un silencio atronador, me ha retirado el antifaz en un salón de techos abovedados e infinitos. Doy un paso atrás y me apoyo en los fríos muros de piedra que raspan la palma de mis manos al tiempo que el suelo de madera cruje al pisar. Tan solo nos alumbra el fuego de la chimenea y dos lámparas de hierro forjado que se encadenan a los altos techos y que tienen por bombillas unas velas. En medio de este gótico y enigmático escenario, han colocado una recia cama con un gran dosel y amplios tules blancos colgando sobre ella. Apoyado sobre uno de los pilares del rebuscado catre, me fijo en un maniquí de carne y hueso enfundado con pantalones de cuero negro, torso de adonis con brillantes pectorales, untado en aceites y con careta de felino. Sus labios grandes y carnosos, me provocan con una sonrisa insinuante y atrevida. Estratégicamente colocadas alrededor de la cama, enfocando, las cámaras digitales por las que Rodolfo me había abandonado esta mañana.

¡Adelante mi flaca, este es mi regalo para vos! Vas a ser la prota de mi próxima película: El caserío de los gatos salvajes.

5 comentarios en “Sorpresas Felinas, SanValentín

    1. Muchísimas gracias por compartir tu tiempo con mis relatos , es un placer siempre encontrar a alguien al otro lado, aunque si te soy sincera cuando dices que te «has perdido en la forma de narrar » es literal? Por favor dime si es que existe alguna parte del relato que no se entiende o hace perderse al lector , para mi es muy importante vuestra opinión como lectores . Un millón de gracias por quedarte en mi blog ??

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