Papa, ¿dónde vamos? ¿por qué hay tanta gente en las calles?
Samir, no te separes y observa.
¿El qué papá? Desde aquí abajo no veo nada, solo muchas personas.
Espera Samir, ahora lo veras todo mejor.
Cogí a Samir en brazos y lo elevé sobre mis hombros. Necesitaba que aquello que estaba sucediendo quedase grabado en su mente. Era importante que constatase el calor de un pueblo en aras de una revolución. Eran las 12 de la mañana y nos dirigíamos hacia la Plaza Tahrir, la plaza de la liberación. Llevábamos ya 18 días de protestas, ningún día antes me había atrevido a llevar a ninguno de mis hijos, pero sentía que aquel 11 de Febrero de 2011 iba a ser un día importante en la historia actual de mi país, Egipto.
¡Cuánta gente , papa! ¿Toda esta gente vive en El Cairo? El Cairo es gigante, ¿a qué sí Papa?
Si, Samir, y tierra de faraones, no lo olvides.
Ya papá, en la escuela aprendo cosas como las que tú me dices. Y ¿por qué vamos todos en la misma dirección?¿ Trabajan todos contigo?
No Samir, no trabajan conmigo, pero si queremos lo mismo, por eso vamos todos al mismo lugar.
¡Ah! cómo cuando Chaffik, Rasid y yo vamos a buscar a Mursi para poder jugar a la pelota.
Si, algo así, necesitamos estar todos para poder ganar este partido.
¿Y qué partido vamos a jugar, papá?
Uno en el que ganaremos todos, los de un equipo y otro, Samir.
¡Jo! ¡Qué bien!¿todos ganan?¿seguro?
Sí Samir, hasta los que creen que pierden, ganan al tener a las personas contentas. Tú ¿cuándo haces mejor la tarea de la escuela?, cuándo sabes que no podrás salir a jugar porque no te portaste como debes, o cuándo sabes que saldrás a jugar con tus amigos por haberte comportado como a papa le gusta.
¡Ah! Ya lo he entendido, mejoramos las cosas cuando sabemos que nos espera un premio.
Estupendo Samir, lo has entendido , hijo. Eso es lo que el hombre necesita siempre, saber que detrás de su esfuerzo hay alguien que reconocerá su trabajo y de esta manera lo hará mejor y más contento. Y por eso ganan todos, incluso los que ahora creen que pierden.
Estábamos llegando a la plaza de la liberación. No podía acercarme mucho más. La masa de gente nos impedía el paso. Y no quería tentar a la suerte. En parte temía por mi hijo, no iba a arriesgarme más. Desde allí, podía mostrarle lo que necesitaba. Solo quedaba esperar.
Observé los ojos de Samir. Desde lo alto analizaba su alrededor. Había más padre y madres, y también niños. Había familias, señores vestidos con túnicas largas e imamas en sus cogotes, y mujeres que tapaban sus caras con pañuelos, y mujeres que no los llevaban. Había un grupo de personas que arrodilladas en el suelo mirando hacia el lado donde sale el sol, repitiendo una oración al unísono. También había gente subida a unos tanques, abrazados a señores con ropa militar. Comprobé por su cara que Samir no sentía miedo, estaba seguro, acompañado por tantas personas como él.
A las 17.15 un aplauso fue ascendiendo en oleadas desde varios puntos de la plaza. Samir y yo escuchábamos gritos , risas y llantos, observábamos como la gente se abrazaba , saltaba y bailaba. Se volvió hacia mí y vio la emoción en mi rostro:
Papá ¿qué pasa ahora? ¿ por qué gritan y saltan? ¿Ya ha acabado el partido?¿Ganamos?
Le abracé con fuerza, miré a sus ojos llenos de liberación y le besé en la frente:
Sí , Samir, ya acabó y ganamos, por fin ganamos.