Hola preciosa, ¡estás espectacular!
Anda no seas bobo, ni que fuese la primera vez que nos vemos.
¡No así! Llevaba toda la semana pensando en este momento y ese vestido parece confirmar que este experimento puede tener su resultado.
¿Este vestido? Hace muchos años que está conmigo, lo que pasa es que no me lo podía abrochar después de tener a los niños.
Pues ahora te queda de muerte, de verdad. Por cierto, ¿con quién se quedaron esta vez?
Con mi hermana, tenía días libres aún y me ha hecho el favor. Prefería no tener que dar demasiadas explicaciones a mis padres sobre este viaje. ¡Qué haría yo sin ella!
Bien, mejor. Más tranquilos. Los abuelos ya van perdiendo reflejos. Vamos, estaba deseando que llegases, tengo una sorpresa para ti. Espero que te guste.
¿Una sorpresa? eso sí que es extraordinario. Me alegra que hayas estado haciendo los deberes.
Luis cogió la bolsa de viaje del brazo de Saida y ahogó momentáneamente su deseo en un beso sordo pero infinito en sus labios pintados de carmín. Tardaron en llegar al aparcamiento donde Luis había estacionado el coche en el aeropuerto de Oporto, no porque fuese desconocido para ellos, más bien porque el uno se perdía en los ojos del otro como el que encuentra algo que hace tiempo que andaba buscando. Saida puso la radio, y busco una emisora que tuviera música :
¿Puedo?¿ o prefieres poner alguna emisora en especial?
No , claro, pon lo que quieras. Es más, si quieres puedes poner el pincho , creo que te va a gustar.
Hizo caso a su compañero de viaje e introdujo el usb en el adaptador del coche. Comenzó a sonar Eurythmics y su «sweet dream» y Saida soltó un sonoro «JA» mientras presionaba el centro de su pecho con las manos entrelazadas y arqueaba ligeramente su cabeza hacia atrás, revolviendo su larga melena dorada.
¡Tu sí que sabes chaval! Ahora sí que puedes llevarme al fin del mundo.
Mientras los kilómetros se iban descontando en el GPs y la música erizaba el pelo de sus cabezas, Luis fantaseaba con los dos días que tenían por delante y miraba de reojo como Saida jugaba con su falda entre las piernas, deslizando sus manos sobre los muslos, arriba y abajo, acariciando su piel en señal de algo que esperaba tuviera respuesta más pronto que tarde. Sin quererlo, pero sin evitarlo, Luis pisó el acelerador aceptando la insinuada petición de su apasionada pareja.
¡No! ya sé donde me llevas, aunque es de noche reconozco esta carretera. No podría olvidarla aunque quisiera. Eres muy malo, pero que muy malo. Vas aprendiendo rápido.
Estoy dispuesto a poner toda la carne en el asador Saida. No estoy dispuesto a perderte otra vez. Otra vez no.
Me alegra escucharlo, pero no cantes victoria antes de tiempo. No todo se resuelve con buenas intenciones. No tan pronto.. Sin apresurarse. Paso a paso , Luis.
Sí claro, paso a paso, mano a mano.
Y entonces introdujo su mano en el meridiano de sus entrañas en busca de la latente excitación que Saida exhalaba por todos los poros de sus piel. Dió un respingo sobre el asiento pero se dejó hacer, mientras sus dedos bailaban sobre los rizos en la nuca de su afanado chófer.
Verdaderamente les costó aguantarse delante de la señorita de recepción mientras hacían el check-in en el hotel-spa de Aveiro. Escucharon respetuosamente las indicaciones de la azafata sobre el horario de los desayunos y el coste del gimnasio y el jacuzzi. Aguardaron impacientes que llegase el ascensor y se alegraron de estar alojados en la planta 10 del hotel. Tras cerrarse las puertas del elevador, se fundieron en un solo yo. La madeja de brazos, manos y piernas tan solo se deshizo cuando la pantalla marcó el nº10. Entrelanzando magreos y carcajadas acertaron a abrir la puerta de la habitación del pecado. Sin más luz que el ocaso espiando tras las cortinas, se arrojaron sobre la cama en busca del placer en absoluta ausencia de pudor.
No tuvieron descanso durante las siguientes 48 horas. Pero no todo fue sexo sin más. Pasearon, rieron, navegaron en góndola, olieron el mar de Porto Nova, pisaron las olas que les asaltaban a traición, observaron a los surferos escalando el horizonte y hablaron. Conversaron sobre su pasado, el presente y , no quisieron abordar el futuro, habían comprendido que debían esperar a que llegase, sin prisas , sin ninguna intención de adelantar su encuentro.
La vuelta a la realidad en el coche de Luis estuvo llena de sonrisas, miradas de complicidad e infinitas caricias. Aunque hubo momentos de pensativo silencio. Kilómetros de reflexión sobre lo que les había ocurrido en aquellas tierras lusitanas.
¿Por qué así es tan fácil, Saida? Ojalá supiera cómo hacerlo en nuestra rutina y no sólo cuando estamos tu y yo sin nadie más.
Todo a su tiempo, Luis. Ya lo hemos hablado.
Y de nuevo la música sonó y dejaron de escucharse sus palabras. Saida se quedó cerca de la estación de metro próxima a la casa de su hermana. Luis continuó. Recogió a los niños y llegó a casa justo para bañarlos, terminar alguna tarea del cole y hacer la cena. Sonó el teléfono.
Bruno cariño, ¿puedes cogerlo?
Hola papá, ¿dónde estás hoy? ¡Ah, qué bien! Es que mañana tengo partido , ¿podrás venir a verme? Sí a las seis, en Batán. Vale papá. Sí, está haciendo la cena, espera. Mamá es papá que tiene que hablar contigo.
Gracias cariño, por favor avisa a Mario, ya vamos a cenar. Hola , ¿qué tal? Dime Luis.
Hola preciosa, que tengo el cargador de tu móvil, lo guarde en mi bolsa por equivocación. Dime dónde te lo acerco y allí estaré.
Encantada con tu reportaje
!Muchas Gracias!