De nuevo es 8 de marzo. Desde no hace tantos (hasta 1975 no fue declarado por la ONU como día Internacional de la Mujer), rememoramos, pedimos y ya casi exigimos , que nuestros derechos sean de una vez respetados, reconocidos, y conciliados en igualdad a nuestros compañeros masculinos. Lamentablemente un siglo y 6 años después de la primera manifestación en varias ciudades Europeas de aquel 19 de marzo, continua siendo necesario que las mujeres levantemos las voces y unamos la manos para que esos 70 años que dice la UE que aún harán falta para hacer desaparecer esas desigualdades, se reduzcan y algunas de nosotras podamos ser testigos de que se equivocaron en su previsión.
Y en eso estaba yo hace justo un año, calculando previsiones en una multinacional a la que dediqué casi 18 años de mi vida. Pero por cuestiones que mucho tienen que ver con éstas que hoy defendemos , y algo menos con mi voluntad , llamémosle cosas del destino, este 8 de marzo de 2017 será el primero en el que, desde hace nada menos que 23 años, me encuentro desempleada, que no parada, no. Y es lo que tiene esta condición de mujer que me aguarda, es lo que ha tenido desde que el mundo es mundo, por mucho que se demoren en reconocer. La mujer ha estado siempre ocupada, fuera y dentro, dentro y fuera, aunque ese reconocimiento solo comenzó a llegar cuando salió fuera. Y no señoras y señores, no salió fuera para que se le laudeara, no nos confundamos. No eran premios lo que reclamaban aquellas mujeres que pedían poder estudiar en las universidades españolas en 1909, o mejoras de jornada o salario en Nueva York en 1919, tan solo estaban pidiendo lo que era nuestro por derecho. Porque jamás hubo justificación alguna para tal despropósito , salvo la vil, egoísta y paternalista visión de los hombres.
Y es que en eso aún nos queda algo por aprender, o por matizar. Ellos han gozado siempre de un corporativismo innato que levantó un muro infranqueable al frente de unos derechos que tornaron inapelables. Y ese código de honor que versa entre ellos como los de los caballeros de una tabla redonda, por muchas diferencias que existan entre sí , que las hay afortunadamente, , en pocas ocasiones arremeten contra los derechos que consideran una condición inherente y exclusiva de su género. Vamos que, como se dice vulgarmente, casi nunca se pisan el rabo el uno al otro. Y a nosotras nos cuesta, sí señoras nos cuesta salvar la diferencias y trabajar en equipo entre nosotras por un fin común, aunque sea una igualdad tan injustamente arrebatada.
En estos 23 años de profesionalidad laboral , como tantas otras de vosotras, he compaginado en mi vida mi desarrollo personal y profesional. He compaginado, por decirlo de alguna manera, porque en realidad, esto ha sido una carrera de fondo plagada de sprint y obstáculos desconcertantes que, a menudo, ponían a prueba mi integridad física y mental . Y es que seguro que muchas de vosotras os identificareis con algún día de esos, en los que el sonido del despertador no ha significado nada tras una noche en vela por ese dolor de oídos que no cesa en el pequeño de la casa, mientras el mayor trata de repasar con su padre las tablas de multiplicar antes del examen del cole porque se ha dado cuenta, sí, por fin uno de ellos sí, que mamá aún tiene que vestirse para ir a trabajar. Porque tienes que ir a trabajar, y demostrarte a ti misma y al mundo entero, que puedes con una noche en vela o cientos de ellas , y una jornada de 8 horas por delante de correos, informes, reuniones y entregas, sin que , por Dios o por la virgen, se te note la ojera o los ojos inyectados en sangre porque tus parpados hace ya rato que dejaron de hacer su función e hidratar un poquito tus pupilas. Y claro que, no todo es porque él, padre de tus hijos, pero ante todo trabajador, no quiera echarte una mano, compartir la carga familiar y dejarte el espacio y tiempo que necesitas para ser una mujer trabajadora y no la prima-hermana de superwoman. Es que no está bien, aún no. Aún hay lugares en los que si un hombre se queda en casa porque su pequeño está enfermo, siempre hay algún colega por detrás que le mira con ojos de ¿y su madre? Pero lo peor de todo ello, lo más frustrante y recalcitrante, lo asombrosamente paradójico es que, estas empresas que se gastan millones en publicitar, potenciar y forcejear con las conciencias ajenas en campañas de recursos humanos en pro de la conciliación y la igualdad, y ser galardonadas por ello, utilizan los mismos argumentos para hacerte entender en algún momento que, ¡ups! no has estado a la altura, chata. Y te encuentras con 41 años y una mochila en la espalda llena de remordimientos. Por las fiebres encubiertas con junifen para poder dejarlo en el colegio antes de faltar a otra nueva reunión, en la que, por supuesto si estás ni te miran, pero si te ausentas de nuevo, alguien dice con rintintín «otra otitis!?!». O por los días de excursión en los que las manos de otra mamá le ha dicho adiós a tu hijo a través de la ventana del autobús, mientras recibes la enésima charla de lo bien que lo estamos haciendo, pero aún lo podemos hacer mejor gastándonos menos. Y claro, ahí estas tú, en la cola del paro.
No soy de las personas que se arrepiente de lo que han hecho en su vida, pero ahora sí, pienso que en realidad, desde allí, pude hacer más por todas nosotras. El última instancia he de decir que mi decisión fue voluntaria, siempre pude quedarme a esperar que otros tomasen la decisión por mi, de nuevo? Pero ya no me merecía la pena, porque había perdido toda la confianza y el respeto por aquello. Ya no me aportaba nada. Tampoco quiero que este artículo suene como un pañuelo lleno de resentimiento y pena , para nada. Desde aquí quiero levantar mi voz y juntar mis manos con la tuyas, y te quiero recordar que mi generación , la del baby-boom, tenía, tiene la oportunidad de cambiar las cosas, porque nuestros padres, principalmente las madres, se dejaron la voz en ser ese «ruido de fondo» que calaba hasta los huesos con la frase de «hija, estudia, sé tu misma y que nunca tengas que depender de nadie». Y caló, y muy hondo, pero quizás se olvidaron de enfatizar en la otra parte del mensaje, aquella dirigida a ellos, a los hijos, la que debía recordarles algo así como : «Hijo, comparte, reconoce y respeta SIEMPRE, independientemente de su género». Y ahora yo, soy RUIDO DE FONDO, aunque sea lo último y lo único que me dejen hacer.
¡seamos Ruido de fondo , feliz día de la mujer!!
P:D : gracias mi Di , por nuestras fantásticas conversaciones, el título es tuyo.