Recuerdo cuando de pequeña iba a visitar a mi abuela. La primera imagen que quise imitar fue la de mi tierna anciana sentada en su sillon, rodeada de sus hijos y sus nietos, absorta en sus pensamientos, acompañada de su silencio y respetuosa con las conversacines ajenas. Matricarca sin haberlo pedido, gallina clueca sin haberlo querido, elegante señora sin haberlo elegido. Fue, en muchos aspectos de mi vida, una de la mujeres que aportó algunos de los valores que ahora me esfuerzo por conservar, por pertrechar, aunque no todos tenemos la misma destreza, es cierto.
En aquella casa había una habitación a la que, a espensas de ser reprendida, me encantaba entrar y dibujar mi futuro. Entre libros, montañas de apuntes, la primera máquina de escribir electrica y el primer ordenador, aquella niña trazaba el boceto de una mujer dependiente únicamente de su conocimiento, de su esfuerzo y de su compromiso involuntario con el reconocimiento de la igualdad. Ese dibujo se personalizaba mientras tanto en otra mujer de aquella familia, no sin antes permitirme compartir muchos de los momentos que, igualmente, fueron completando mi fuero interno y escala de valores.
Hoy he querido traer al presente estos retazos de mi pasado, pues en compañía de otras tantas , fueron el caldo de cultivo de lo que aun hoy me esfuerzo por conseguir: el amor incondicional por los seres queridos y su respeto, el afán de protección ante la debilidad ajena, el saber estar, la autoestima y la independencia intelectual,el anhelo a la superación, el compromiso con uno mismo y con nuestros congeneres. En cada una de las mujeres que he tenido la suerte de conocer, he reconocido y continuo reconociendo una infinidad de cualidades que completan mi existencia. Y esto señoras, nos HACE MUY GRANDES.
Muchas Felicidades, MUJER.