Me duele la cabeza y no es el mejor comienzo para estas vacaciones para padres que iniciamos hoy. Han sido 10 días muy intensos , repletos de una actividad frenética de día y poco descanso de noche por la inaugural ola de calor del verano,¡ puñetero cambio climático!
El caso es que ahora estoy aquí, sobre la cama ,apeteciblemente semidesnuda con el ventilador puesto a toda mecha y la habitación a oscuras intentando que la intensidad del dolor baje y pueda tener una velada como dios quiere y manda con mi marido, después de 11 años de trabajo ininterrumpido como madre coraje.
¡Ay! pero no puedo dejar de preguntarme si estarán bien, si Bruno sabrá cuidar de su hermano pequeño como yo, pobre que responsabilidad, o si Mario sabrá combinar bien la ropa para que le dure los 15 días, o acabará convirtiendo en ropa de camuflaje algunas de las camisetas blancas que lleva. Nunca habían salido de debajo de mi ala, siempre a mi alrededor cual gallina clueca. Pero este año me he tirado a la piscina, sin saber nadar y sin flotador ni nada. Les hemos mandado a un campamento de verano con los amigos, a 250 km de mi y dos semanas completas ¡Dios mío! ¿pero cómo se me ocurre? Tenía mejor pinta cuando me lo contaron las demás mamás, pensaba que lo iba a llevar mejor. ¿Y quién no?15 días sin peleas entre ellos, sin llantos porque Bruno le quita el mando de la play, o porque no se lleva a Mario con sus amigos, porque le hace burla mientras se lava los dientes, o le quita los calzoncillos mientras se ducha. 15 días sin prisas porque no llego a recogerlos, porque tengo que hacer la cena y no se qué me queda en la nevera, porque hay que acostarse pronto porque mañana hay que madrugar, o porque tengo que ir a comprar y poner una lavadora para que tengan los bañadores y bocadillos para el campamento del día siguiente. Buff….sonaba a liberación total, pero ¿por qué siento que el estómago está hecho un nudo y miro cada 20 minutos el móvil por si tengo una llamada perdida?¿Se me pasará en algún momento o saldré corriendo sonámbula en la noche a que esos malhechores del campamento me devuelvan a mis bebés?
Menos mal que pedí el día de vacaciones para llevarlos yo al campamento, pues los nervios me hubieran hecho cometer más errores de los habituales en el trabajo. Hubiera cambiado los datos de un cliente por otro, o enviado transferencias internacionales a fondos buitre, no me cabe duda. Ellos se ha levantado tan contentos, algo dormidos y protestando porque no tenían croissant para desayunar. ¡Pero si a mi no me entra ni el café! ¿Cómo pueden tener hambre estos desalmados? ¿Es qué no saben que durante 15 días será otro el que les prepare el desayuno? No pasa nada, no hay dolor. Hemos salido rápido, han bajado sus mochilas al maletero del coche y en cuanto ha venido su amigo, nos hemos puesto en camino. Sin prisa pero sin pausa y sin dar lugar a las nostalgias. ¡Uy! por poco nos olvidamos de las esterillas, menos mal que Mario se acordó de los rollos grandes de plata que estaban en el salón. Aun así, anduve todo el camino con la sensación de que algo se me olvidaba, y no era mentira.
Las dos horas de viajes se nos han hecho cortas. Iban muy emocionados y distraídos con las historias que les iba contando el veterano del campamento. Bruno y Mario escuchaban con atención sobre las aventuras que les narraba: la tirolinas desde el puente del rio ¡Dios qué peligro!, las piraguas en el lago, ¡ay que miedo! o montar a caballo en la pradera india ¡qué horror! He preferido dejar de prestar atención antes de tomar el siguiente cambio de sentido y volver por donde había venido. He subido el volumen de la radio y me puesto a cantar lo que sonaba aunque no tuviera ni idea de quién era. Ha habido un momento que Mario se ha puesto a llorar al oír como su amigo se puso un poco malito en el campamento del año anterior al picarle un tábano. Creo que ha sido en ese momento cuando ha dejado brotar todos sus miedos . Pero Bruno ha estado rápido «pero no te asustes tonto que llevamos pulseras antimosquitos». Aunque la agudeza de Mario casi le deja sin argumentos «ya pero le pico un tábano no un mosquito, asi que no valen», Bruno ha mostrado sus dotes dialécticas y le ha explicado que » es para todos los insectos pero no puede poner el nombre de todos, antimosquitos, antiavispas, antiabejas….no cabría todo en el paquete, lo simplifican tío» Y con ello ha conseguido consolarle, y yo me he quedado tranquila viendo que ha sido capaz de empalizar con el estado de su hermano, compadecerse, y animarle. Espero que sea así todo el tiempo y por lo menos les sirva para reforzar la relación entre ellos.
Y el caso es que no dejo de pensar en lo distintos que son. Y¿ es porque los son o porque los hice diferentes? Está claro que les exijo distinto, pero es que Bruno siempre me hace pensar que es capaz de asumir más responsabilidad. Y Mario, !ay es que es tan pequeño!¡Y tan patoso! Un vaso lleno de agua sobre la mesa corre más peligro a su lado que un trapecista sobre la cuerda. Solo le falta darse la vuelta y decir «¿he sido yo?» para ser el hermanito de Steve Hurckle. Siempre dije, desde sus primeros días en el parque infantil de la plaza que era Mario y el mundo, jamás fue al contrario ni lo es ahora. Y Bruno, Bruno siempre estuvo y está a expensas del mundo, lo importante es como se ve a través de los ojos de los demás. A estas altura de su existencia, sinceramente, aun no se cual de las dos opciones es la mejor para ellos, quizá un poquito de una y un poquito de la otra, el famoso término medio de las narices. Está claro que el tiempo nos desvelará dicho secreto, mientras tanto me tocará seguir disfrutando del mundo de los dos.
Y del mío claro. Habrá que aprovechar estos días para recuperar mi mundo, un poquito de ese yo que estaba antes de que ellos llegasen. Empezando por hoy, pues parece que este dolor de cabeza ha pasado a mejor vida.
¡Cariño, aún tienes ese helado de Chocolate! Pues compártelo conmigo, amor. 🙂