Voló. Y perdió la mano que se aferraba a su tacto. Suave , delicado. Esperó un soplo de aire para continuar libre. Pero no llegó, el viento se negó a ceder y acompasar los pasos de un trapillo que creía en la libertad. Cayó. Y lloró, al romperse en pedacitos por toparse de bruces con la realidad.
