Son tus dedos regordetes los que me comería a pedazos , cabezones y bajitos que aún huelen a ternura. Les gusta enredar en mi pelo y rasgar con torpeza mi espalda atrevida y descubierta. Esas uñas tan tiernas coronan unas manos que se aferran aún a las mías, con la incertidumbre de ese niño que no quiere que se escape su inocencia