Liturgias de vida

               Santiago Han dejado de doler las llagas , la pesadez sobre mis piernas ha desaparecido , el trozo de madera que acomodaba el cansancio sobre mi mano derecha se ha relajado al contemplar la liturgia del resto de peregrinos. La mugre y el sudor acumulada entre una etapa y otra , ya no perturban mis andares ante esta escalinata que lleva hacia la última puerta que he de cruzar. En los últimos años, demasiadas veces tuve que atravesar puertas de lugares que no me condujeron más que al sufrimiento o al desengaño.

                La puerta que cruzaría para darle el beso eterno a mi abuela antes de que apareciese aquel enfermero, era gris plomo y con un número de cuatro cifras capicúa. Mi madre se había hecho pequeña en una esquina de aquella habitación impersonal e infinita. Balanceaba su cuerpo en cuclillas acompañando la negación que se ahogaba en sus labios. Cuando pude desenredar los brazos alrededor de sus rodillas, el resto de familiares habían salido ya para consagrar los pasos de aquella liturgia funeraria. La barbilla se arrugaba por el castañear de sus dientes que no podían parar. Sus ojos enrojecidos por tantas horas de lágrimas , buscaban respuestas en los míos , alguna que pudieran darle consuelo, pero que por el momento, sabíamos no iban a servirle de nada. Recogí los pedacitos de vida de mi abuela que aún permanecían en aquellos mueble de hojalata gris, inspiré profundamente su olor como a lavanda de aquella rebeca enlutada y guardé sus zapatillas recién estrenadas en su caja, quizás pudiera reutilizarla alguna otra compañera de su residencia. Allí sí que quedaban aún muchos más recuerdos por empaquetar, pero eso tendría que esperar unos días más. De nuevo, acerqué su chaqueta a mi nariz para que aquel olor se fusionara con todas aquellas imágenes que pudiera retener en mi memoria.

                Y aquel aroma me desvío unos kilómetros de mi camino el sexto día de mi peregrinaje. Un manto lila serpenteado por hilos de aquella tierra briocense llamaron mis sentidos y evocaron los fotogramas de una infancia llena de besos y caramelos de miel y limón junto esa mecedora donde anudaba su ganchillo con historias sobre mi abuelo, su amor y aquella guerra.

                Una mujer con moño de plata y andares inciertos se aferra a una joven que acaricia su mano en cada peldaño de esta escalera. «Paseniño avoa, paseniño, sen présa». La anciana mira a la chiquilla y se agacha para besar su mano y un leve perfume a lavanda me asciende por los escalones.

                Aun debo esperar un rato para entrar en el Santuario. Se aproxima su día grande y la cuidad se ha llenado de jóvenes, niños , ancianos y no tan ancianos, fieles y ajenos que llegan de sendos lugares del globo terráqueo, en busca de emociones, sensaciones que colmen sus corazones de hados espirituales y de creencias transgresoras frente a aquellos dogmas que pensaron impenitentes. En la cola para entrar, observo a una familia con tres hijos, dos niñas de edades muy similares, una rubia y otra morena que palmean sus manos cantando la canción del gato asesinado en la calle 24 por la punta del zapato. A su lado un bebé de que aún no habrá cumplido el año, las observa desde el trapo marsupial que lo mantiene sujeto a los pechos de su madre. El pequeño, rubio como la más joven de sus hermanas, roba la intimidad de esos pechos arrimando uno de ellos a su boca y comienza a succionar mientras la madre acaricia delicadamente su cogote.

               El pasado Junio, aquella mañana frente a mi asiento en el metro, la imagen de aquella niña buscando el pecho de su madre, colgada en su marsupio , retorció mis entrañas tanto que tuve que apretar con fuerza los ojos para que las lágrimas no corriesen el rímel de mis ojos recién maquillados. Aquella mañana, otra puerta de color negro con el nombre nipón y capicúa de mi directora de oficina terminaría por anudar aún más , con un doble lazo, las cintas de mi fertilidad ultrajada. «Sabemos que has desempeñado un buen trabajo en esta oficina, tu implicación en ocasiones ha sido verdaderamente loable, tu iniciativa en la implementación de los nuevos productos no ha tenido competencia en ninguna otra oficina, la gestión de este equipo ha sido excelente desde que tú estás entre nosotros, pero la situación de la empresa es la que es Sonia, no podemos ocultártelo, sería ingrato por nuestra parte, por eso creemos absolutamente necesario informarte a ti la primera, sobre la posibilidad de salir ahora y no más tarde y en peores condiciones.» No pude por más que salir de allí corriendo hacia el baño y vomitar todo aquel jugo venenoso que me subía desde el estómago e incendiaba mi garganta.

                Manuel insistía en aprovechar nuestra juventud para formar nuestra propia familia, disfrutar con salud de la crianza de nuestros pequeños, descubrir juntos el mundo mientras aun tuviésemos inquietud por conocerlo y mostrárselo a ellos. Ahora no Manuel, no es el momento, le repetía yo, noche tras noche, mientras el portátil cubría mi vientre y cerraba la última presentación en ppt para la siguiente reunión de la directora con el CEO. Y Manuel decidió que necesitaba una familia que yo no estaba dispuesta a concederle en aquel momento, y se marchó con su maleta medio vacía y la cara llena de lágrimas escurriendo por sus mejillas, y su cabeza miraba hacia el suelo negando mi absoluta locura. Volvió a por el resto de sus cosas, no sé cuando, jamás me volví a cruzar con él. Ni una llamada más, ni un mensaje, ni un correo electrónico. Nada. Hasta hace una semana, en el Bierzo.

                Ya había cargado mi mochila de nuevo y me disponía a salir camino de Pradeia con el sol a punto de dibujar mi silueta en el asfalto adelantando mis pasos. Pero su rostro frenó en seco mi marcha. Quizá el pañuelo escondiendo mi melena pelirroja o las gafas de espejo aferradas a mi rostro, no le permitieron identificarme. Con ello me consolé el resto del camino hasta Santiago. O quizá las palabras que iba recitando aquel pequeño acomodado en sus hombros eran mucho más interesantes que cualquier otro personaje que se cruzase en aquel lugar. Ese A que sí, PAPA, se había clavado en mis oídos como un de hilo musical para el resto de mi peregrinar.

                La misma frase acaba de pronunciar la pequeña morena mientras balancea las manos de su padre que sonríe desde su barba recién estrenada. Su mujer se acerca de medio lado, acariciando su hombro con una mano y la cabeza del bebe con otra, mientras le besa en la mejilla queriendo imprimir sus labios en aquel hombre, como la marca a fuego que se le hace al ganado para saber a quién pertenece.

                Paso, prácticamente a la vez, el umbral de la última puerta de este camino. Les acompaño en secreto hasta el altar mayor donde el botafumeiro ha comenzado a liberar incienso. La niña rubia se ha cogido de mi mano por error y cuando se da cuenta me mira y me pregunta:

¿Estás sola, no ha venido tu familia contigo?

No, no han podido venir, estoy sola. Respondo con cierto temor a que aquella medio mentira o casi verdad me aleje del propósito final de este viaje.

Ah bueno, pues puedes venir con nosotros, a mis papas no les importa. Ellos siempre dicen que donde comen cuatro , comen cinco. Y el bebe come solo teta de mamá. Me llamo Ada, y tú?

                Me agacho con un nudo en la garganta, retiro un mechón de pelo rubio que cubre una mirada amplia y cristalina, y beso aquella mano delicada, pequeña e inmaculada de un querubín que ha venido, por fin, a concederme la cordura y el sosiego de mi alma mientras las campanas de la Catedral de Santiago repican una y otra vez.

2 comentarios en “Liturgias de vida

  1. Hola! Te he nominado en los Blogger Recognition Awards. Espero volver a leer pronto tu próximo relato.
    Puedes pasarte por mi blog para leer la entrada en la que te menciono.
    Un saludo!!

    1. Es todo un honor! No la nominación sólo, que lo es ,sino el post que has escrito y en el que me mencionas. Es verdaderamente emotivo y gratificante las palabras que has elegido para describir mi blog, pues con ellas siento que estoy dando pequeños pasos hacia lo que deseo conseguir, transmitir cómo siento la vida en este mundo a través de cada relato. Un millón de gracias y enhorabuena por tu nominación, tu blog y tú . ?????

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