Y aquí estoy yo, tratando de secar con el secador de pelo unas letras de goma Eva impregnadas de brillo de labios y pinta uñas. ¿Qué para qué? pues eso digo yo. Pero todo es consecuencia de este principio de alzhéimer que he comenzado a padecer. Y es que no puedo con todo, por mucho que queramos ser superwoman, ¿quién coño quiere serlo de verdad?¡ Es agotador, por Dios! Y menos mal que aún nos queda algo de ingenio con el que salvar la bronca de tu hijo por haber suspendido plástica por el regalito del día del padre. Que digo yo, pero si es que no es mi padre, es el de los niños , ¿no? y el suspenso es para mí por partida doble, porque al mío, es decir el abuelo de las criaturas sí que no tiene regalo, que también se me olvidó. ¡Mierda!
Es cierto que la nota del material no vino con mucho tiempo. Una por cada niño, una para Bruno otra para Mario. Habíamos estado viendo a los abuelos, y a la masa de croquetas de mi suegra, que le queda espectacular, por mucho que me joda. Pero es que los niños, al igual que los borrachos, tienen esa capacidad de sincerarse cuando menos lo necesitas.
-Uy , pero si parece que tienen hambre estos chicos. ¿Es que mamá no os ha dado la merienda?
-No abu, es que mamá no sabe hacer croquetas, no tan ricas como las tuyas.
¡Jodio enano! Noté como caía de cabeza en el pozo mientras mi suegra , sonriente, se despedía agitando animadamente su mano. Después de salir del agujero donde me habían metido mis queridos engendros , llegaba a casa dando vueltas a la puñetera masa. Y una, que jamás había tenido ningún interés por parecerse a Jose Mari Arzak o Ferrá Adriá, me debatía en la cocina entre echarle más leche, más mantequilla, menos harina o más sal a ese proyecto de balín empanado, y fue entonces cuando aparecieron los dos con el papel en sus manos:
-Mamá, mamá,mamá …¿qué haces? Preguntó Mario con cara de incredulidad. ¿hoy toca puré? ¿de qué? Pues yo no ceno.
-Que no cariño, no es puré, no lo ves, es masa de croquetas, como las de la abuela. Ya verás qué ricas.
La cara de desconfianza del canijo fue en aumento.
-¿Seguro? que si no yo no ceno, ¿si tú no sabes, no mamá?
-Sí sabe Mario, no viste que la abuela le explicó muy despacito como se hacían, no tienen ningún secreto, ¿a qué no mamá?
Y volví a caer en el pozo , esta vez los que sonreían mientras caía eran ellos dos. No sé quien me dejo más jodida , la incredulidad de Mario o la suficiencia de Bruno.
-Bueno , a ver, ¿qué es eso que lleváis en la mano? Intenté cambiar de tema para desviar la atención del cazo.
-Es lo que tenemos que comprar para el regalo del día del padre. Tenemos que llevarlo mañana, que si no me ponen una nota.
-Pero Bruno, que acabamos de entrar por la puerta hijo, no me lo has podido decir en casa de la abuela, hubiésemos parado en el camino. Ahora ya son las 8.30 de la noche, dónde voy a comprar qué.
-Yo lo puedo llevar el jueves mami, no pasa nada- Me dice Mario cogiéndome de la cintura y apretando con todas sus fuerzas.-No te enfades que te pones fea.
-Qué pelota eres enano, siempre igual. Pues no me acordé mamá, estaba atendiendo a lo que me decía el abuelo, que luego me dices que solo me interesa ir por los 5 euros que me dan.
-Bruno, no hables así a tu hermano, no le llames enano y no me pongas excusas. Dejad los papeles encima de la mesa del salón que mañana lo compramos sin falta.
El caso es que después de los niños llegó el padre con las manos llenas de los papeles que había recogido en el buzón. Y digo llenas, porque literalmente no le cabían más papeles entre sus dedos. Es el único que tiene llave del buzón espera hasta que rebosa para saber que hay correo. Me besó en la mejilla tras un ¡Mmm croquetas, como las de mi madre! Y fue al salón donde dejó sobre la mesa tooodo lo que cabía en ese buzón. Y lo que teníamos que comprar quedó enterrado debajo.
Al día siguiente en la oficina, mientras intentaba cuadrar las vacaciones de toda la familia junto con mis compañeros de oficina para que nadie se quedase sin su merecido descanso y los niños estuviesen colocados todos los días de los maldítos 3 meses, intenttaba entender al nuevo gurú de la transformación que nos ha llegado al departamento. De repente, sonó el móvil:
-Ups, colegio, disculpadme, debo salir un segundo. Noté como las miradas se clavaban en mi cogote y los susurros resoplaban mis rizos.
-Hola, soy Soraya, ¿la mamá de Mario Sanchez?
-Si, soy yo, ¿qué ha pasado?
-Nada , nada , no te asustes. Mario está bien, bueno casi. (mi corazón pegó un saltó y se quedó enganchado al auricular del móvil) Sólamente es que no para de rascarse, es como si tuviera urticaria, pero debe ser otra cosa. Realmente está incómodo y es por si puede venir alguien a por él.
De repente se pasó por mi mente la última nota del cole que había leido sobre nuevos casos de pediculosis en el colegio, es castellano, piojos. Noté como mis mejillas se encendieron como dos hogueras. Cómo decía yo que me tenía que marchar a por el niño al cole porque tenía un ataque masivo de piojos. ¡Bufff! ¡qué vergüenza , joder!
-Me tengo que marchar a erradicar una plaga que se está haciendo fuerte en mi casa y nos está haciendo la vida imposible. El colegio me llamaba por si necesito refuerzos, qué majos son.
La cara de estupefacción de los allí presentes era mayor que durante toda la presentación del proyecto que iba a transformarnos en el segundo banco del mercado. Aproveché el silencio provocado para escabullirme de allí antes de que alguien quisiera saber la causa o el causante de la plaga.
Después de arriesgarme a perder algún que otro punto de carnet circulando por la M-40 para llegar a mi casa, antes de coger al niño, compré en la farmacia las armas químicas necesarias acabar con los malditos parásitos. Llegamos a casa rascándonos como nuestros homólogos primates del zoo, y mientras le despojaba de toda la ropa, abrí el grifo de la bañera. Coloqué a Mario dentro, mientras terminaba de templarse el agua.
-¡Jo mamá que está muy fría!- Gritó dando pequeños saltitos dentro de la bañera.
-Pero no saltes, mendrugo de pan, que te vas a escurrir. Siéntate por favor, que ya sale.
Conseguí que se sentara y comencé a echarle la loción por la cabeza. Puse el gorro de plástico y le expliqué :
-Ahora hay que esperar un poquito a que se vayan muriendo ahí dentro. Juega un poco con el barquito que mamá tiene que deshacer tu cama.
-Ahora no tengo sueño mami. ¡Qué rollo! y ¿tardan mucho en morirse?
-Un poco, solo un poco Mario. Y no es para que te duermas , es para que los bichitos no vuelvan a tu cabeza esta noche.
El caso es que recordé que el hermano había estado contando cromos en la cama de Mario la noche anterior. ¡Mierda! Así que no fue una la cama que deshice, sino dos, dos colchas, dos juegos de sábanas, dos almohadones, dos lavadoras, dos secadoras, y más y más plancha. Así pasé la tarde, además de ir y venir al cole a por Bruno, de ir y venir al futbol de los dos.
-¡Mamá! ¡Las letras!¡ y la cartulina! ¡y el cordón! Me van a poner un 0 y lo peor es que no tengo regalo para papá.
Y claro, eso sí que no podía permitirlo. Sólo faltaba que mis niños no tuviesen un regalo para que el papa pudiera alardear en la oficina de la creatividad de sus enanos. Así que casi a las 9 de la noche, hoy sí, me ha tocado ir al hiper a buscar el material que necesitaban. Y gracias a los astros , al destino o a la madre que lo parió que es colega nuestra, menos las letras con purpurina de goma eva, lo tenían todo.
Y bueno, terminando la jornada estoy, encerrada en el baño, para no despertarles con el secador, esperando que las letras no difieran mucho de las que lleven los compañeros de Bruno y la profe no lo noté y no nos pongan un 0.
-¿Qué haces amor?¿vienes a la cama?
Y encima el susodicho tiene ganas de cachondeo, pues ¡hoy tengo el horno pa’ pocos bollos!