Pintando aquellos extraños bisontes pasaba las tardes sin articular palabra. Echaría de menos aquellas paredes blancas , los canturreos reiterados de sus compañeros de mesa y el cuestionario incansable del hombre de las gafas de pasta. Jaime había conocido la cordura algún tiempo atrás y se había esforzado por volver a alcanzarla. Sabía que los dibujos ayudarían a serenar su alma, a encontrar la razón que no recordaba dónde había perdido. Tomó su chaqueta , la mochila con sus ropas y abrió por última vez su block de dibujo:
«Permaneced ahí mientras me marcho, no se os ocurra seguirme. Volveré a por vosotros»