Llegará el momento de agradecer y tampoco estaremos preparados.
¿Te he contado alguna vez como fue mi luna de miel? ¿Qué tiene esto que ver con el confinamiento? Ya voy, ya te lo aclaro.
Nos casamos un 31 de agosto, en una boda íntima y con las reticencias de algunos por haber cambiados unos bellísimos jardines en El Pardo por una imponente iglesia, un concejal con melena por un cura con sotana, una carpa al aire libre por un salón lleno de columnas ancestrales y mármoles brillantes. Me acompañó hasta su mano el Canon In D de Pachelbel y rompimos el baile de los novios con It’s musn’t been love de Roxette. Tuvimos la boda que queríamos los dos, pero sobre todo regalamos a nuestros familiares y amigos todo el amor que desbordaban nuestros poros por estar acompañados de todos ellos. ¿ Fue uno de los días más felices de mi vida? Sí. Más tarde vendrían otros, pero aquel día significó también una antes y un después para muchos de los allí presentes, recibieron nuestro mensaje: existen muchas formas de hacer la cosas, y la belleza y el amor que se encuentra en ellas no está reservado a un solo lugar.
Existen muchas formas de hacer las cosas, y la belleza y el amor no están reservados a un solo lugar, momento o persona.
Pero vayamos a la luna de miel. Nos fuimos al encuentro de Walt Disney. De algún modo quería seguir viviendo mi propio cuento de hadas. Y llegamos a Orlando, y por primera vez en mi vida, visité el castillo de Cenicienta, bailé un vals con Mickey Mouse, me tropecé con Buzz Lay year en una nave espacial . Tuve que hacerme entender en mi inglés primitivo con un médico indú porque mi recién estrenado marido cayó el tercer día con una fiebre de 40 por unas anginas del tamaño de las orejas de Goofy. Aún así, pudimos continuar el viaje. 48 horas después nos encontrábamos en Cancún, camino de un resort en la Rivera Maya, eran las 4 de la tarde del 10 de septiembre del 2001. ¿ Ya te va sonando la fecha?
Teníamos muchos planes para nuestros 6 días en aquel paraíso mexicano: visitar la pirámides mayas de Chichen Itza, recorrer la espectaculares ruinas de Tulum, hacer snoorquelin en Xcaret o navegar hasta Isla Mujeres. En pocas horas todos nuestros planes se quedaron escritos en mi agenda y volverían a Madrid 8 días después sin el check de sueño cumplido.
Acabábamos de despertar, nos disponíamos a … bueno me ahorro los detalles. Imaginen una luna de miel. El susodicho necesitaba vaciar la vejiga antes de más acción 😉 y se me ocurrió encender la televisión para ver el tiempo que nos haría en nuestro primer día en el paraíso. ¡Error , el horror! Una torre con un agujero enorme ardía en la pantalla, Matías Prats con cara de asombro describía la escena como si de una película de ficción se tratara, pero no era ficción era la torre norte del World Trade Center de Manhattan. ¡ Dios, dios , dios pero qué está pasando! No era capaz de situar la escena, sabía que me sonaban las torres, ese skyline era conocido pero los nervios no me dejaban pensar. Mis gritos aceleraron la micción del susodicho y en medio minutos estaba a mi lado ¡Ostia puta! Pero si es el World Trade Center de Nueva York! ¡ Joder qué está pasando! Y de repente nuestros ojos se abrieron casi hasta el nacimiento del pelo ¡Mierda pero qué hace ese avión!. Segundo impacto, segunda torre, segunda parte de nuestro viaje grabado a fuego en nuestra memoria para siempre.
La segunda parte del aquel viaje quedó grabado a fuego en nuestra memoria para siempre
No recuerdo bien las horas que pasamos delante de la pantalla, ni los días que estuvimos sin poder comunicar con Madrid para decir a nuestra familias que allí todo estaba bien. Aún tengo un nudo en la garganta cada vez que recuerdo a todos los americanos que se alojaban en aquel hotel maldiciendo, llorando , rezando en cualquier esquina. Nuestra única compañía de habla hispana eran una pareja de Barcelona, Catalina e Ivan, y el servicio del hotel.
Pasaban los días encerrados en aquel complejo, sin poder salir por seguridad y por no gastar más de lo necesario, no sabíamos que dinero nos iba a hacer falta para volver a casa. El espacio aéreo cerrado. Volvíamos con la compañía que había estrellado los vuelos contra las torres y el pentágono. Nuestra escala antes de llegar a Madrid era Miami. Traté de cambiar los vuelos a cualquier punto de Europa para no tener que pisar territorio americano. Imposible. Las líneas estaban colapsadas, los vuelos hacía Europa registraban más reservas en esos días que en todo un año. Nadie se puso en contacto con nosotros para darnos una salida en aquella crisis. Ni El Corte Inglés, ni su aseguradora., ni por supuesto el gobierno español a través del consulado o la embajada. Es más no dijeron que al haber sido por ataque terrorista que ellos no podían hacer nada. Ajo y agua me vinieron a decir. Me tiré muchos años resentida con El Corte Inglés y no volví a contratar un viaje con ellos hasta que mi hijo pequeño tuvo al menos 2 años.
Nadie se puso en contacto con nosotros para aportarnos una solución a aquella situación de crisis, había sido un ataque terrorista imprevisto, te jodes.
Llegamos a Madrid 2 días después de nuestra fecha inicial tras haber pasado 48 horas en el aeropuerto de Miami de recorriendo mostrador tras mostrador intentando encontrar una conexión con el viejo continente. Recuerdo llorar y aplaudir mucho cuando las ruedas del avión tocaron el suelo de Barajas. Nuestros padres y nuestra perrita esperaban con ansia nuestras caras ante las puertas de salida de la sala de maletas. Creo que fue el jet-lag que menos nos costó superar. Castigamos a nuestra cama de recién casados con más de 20 horas de inactividad marital.
En estos días hemos visto muchos españoles en diferentes lugares del mundo, confinados, aislados, desesperados por volver a España, a vivir aquí el confinamiento, sí, pero en casa. Hoy me brotaban de nuevo las lágrimas al ver a un atleta español confinado en Marruecos que no solo ha tenido que sobrellevar el estado de alarma fuera de su país, sino que sus riñones han estado al borde del colapso porque no era capaz de encontrar una medicación muy importante para la patología que padece. Y como él, ha habido muchas, millares de personas que desde Tailandia, la India, Colombia, Guatemala, han clamado nuestra atención para poder volver a casa, para que alguien les facilitará el cómo volver, porque el cuándo siempre debe ser ahora.
Y todas estas historia, junto a la de los muertos en solitario en tantas sala de hospital, los enfermos que aún quedan por curar, por todos aquellos que padecen hoy otro tipo de patologías que les hacen vulnerables a este horror, me han hecho preguntarme cómo agradecer todo lo que no me ha tocado a mi en esta ocasión.

La vida es un camino que nadie sabe hacia donde te conduce, ninguno de nosotros tiene la certeza de donde se encuentra el final y si estaremos solos allí o tendremos la suerte de estar acompañados. Por eso, he decidido que este es el mejor momento de agradecerte que me hayas acompañado hasta aquí, que te sientes en el sillón a ver mis Stories de Instagram mientras tomas tu #cafenela o un té, lo que más te guste. Que te sonrías con mis locuras ante el discurso cansino de estos políticos que nos han tocado o que te enfades por la vehemencia que me domina a veces cuando creo que la injusticia de nuevo campa a sus anchas.
¡Gracias por quererme tanto, gracias a ti sigo caminando hasta donde nos lleve este sendero!