Encogida, abrazando sus rodillas y sentada sobre el suelo en una esquina de su habitación, queriendo desaparecer, intentando hacerse tan pequeña como la bola de pelusa que pululaba sobre el parquet tras varias semanas de abandono. Con el sollozo sorbido, tragándose las lagrimas y las ganas de gritar, Sandra sabía que Laura y Nuria dormían desfallecidas en el cuarto de al lado después de otra noche, a todas luces, llena de impetuosas caricias y besos empapados de deseo.
Desde que Sandra se hubiera iniciado en las labores de un Sherlock Holmes cualquiera sobre el caso de Luis y los sucios negocios del gimnasio, la relación entre sus dos amigas había tomado ventaja. Aunque a Nuria le seguía causando estragos el seco acento de su amiga gallega, había decidido tomar partido por Laura, menos escurridiza y cuya orientación sexual no dejaba lugar a dudas. Además, Sandra continuaba sin hacerle ascos al depravado de Luis pese a todo lo que ya sabía sobre él, escondiéndose bajo el argumento de que le servía para no levantar sospecha y continuar averiguando para su reportaje de investigación.
Y se sumaba esa obsesión por Andrés, su amor platónico, frustrado e interminable. Los encuentros intermitentes e inacabados con el atractivo periodista no habían hecho más que enredar y enredar a Sandra en una tela de araña de la que por mucho que intentaba escapar no hacía más que volver a caer. Siempre había un antes y un después detrás de cada ocasión. Como entonces. Como la noche pasada, bajo esas sábanas llenas de suaves roces de piel ardiendo, de poros absorbiendo el deseo, de manos, dedos y labios encontrándose donde jamás lo habían hecho antes. Rehaciendo el sabor de sus experiencias furtivas, recuperando el olor del delirio de sus cuerpos, calcando el uno las luces y sombras sobre la piel del otro, como un carboncillo a mano alzada. Sandra tiritaba aún por los escalofríos que le producían los fogonazos sobre la cama de Andrés.
Una mano se enredó en su pelo y levantó paciente su rostro desdibujado por el dolor. Nuria besó la frente de Sandra, balanceó la húmeda mejilla sobre su mano derecha mientras con la otra retiraba el pelo tatuado en la piel de su cara. Los ojos de Sandra buscaban respuestas en los ojos de Nuria, enrojecidos por la desesperación y el deseo de no olvidar lo que había sucedido, pero sin tener la certeza de que eso era lo que necesitaba.
Mi niña, ¿dónde estabas? Estábamos muy preocupadas por ti. Nos llamó tu hermano Yago y nos dijo que ya habías salido. Que el periódico había hecho lo que debía y te había sacado del calabozo. ¿Quién fue? ¿Quién te ha sacado de allí?
Aaanndreees, ha… ha sidoo Andrés. Vengo de su casa. He estado con él Nuria. En su ascensor, en su apartamento, en su cama, sobre las sábanas…. en su cuerpo.
Volvió a cubrir su cara con las manos temblorosas mientras el llanto sacudía su pecho a saltos. Atragantada por la nostalgia de la pasión que había saboreado, era incapaz de continuar contando a su amiga más detalles sobre lo ocurrido.
¿Y Luis? ¿Sabes qué pasará con él? ¿Estaba allí contigo? ¿A cuántos han pillado? ¿No habrá quedado ningún cabo suelto? Sandra esa gente es muy peligrosa. Por favor, dime que están todos en el trullo.
El hipo que zarandeaba su cuerpo se convirtió de nuevo en temblor. Sandra no había pensado en todo lo que Nuria la estaba preguntando. Las cuestiones de su amiga estaban chocando contra su pecho, impregnando un dolor tan agudo que empezó a ahogarla.
¡Nnnooo, no lo sé ! Nnnoo no he visto a nadie. A mí me metieron con putas, travestis y demás personajes. Tampoco me fijé en nadie cuando salí y Andrés me dijo que estaba todo solucionado. El periódico iba a publicar el reportaje, todo había quedado explicado por el abogado del diario. Y después he salido corriendo de sus sábanas , entre las sombras de su casa escapando de Andrés. No podía dejar que me atrapara. Notaba como sus labios me estaban apresando a su cuerpo, y después, sus ojos dormidos han sido los cómplices de mi huida, sino hubiera sido incapaz de salir de allí.
Pero Sandra, no entiendo. ¿Por qué? Tantos días y noches sin final, y hoy que lo consigues, te regala lo que tanto te ha hecho sufrir en estos años y huyes, qué pasa loquilla, ¿aún no lo tienes claro?
No se Nuria, no sé. Mi cabeza era una peonza , no paraba, vueltas y más vueltas, y me repicaba como un cimbreante martillo que nada había cambiado, que era otra anotación en su agenda, que continuaría siendo el juguetito sexual de otro, y cerraba los ojos y aparecía Luis, con su camiseta a lo Hulk Hogan llamándome para que entrase en su despacho, y en el despacho estaba mi tía, doliente, pálida, suplicante, pidiéndome que me sentase a su lado en esa cama de hospital , y mi padre a los pies mirándome con los ojos llenos de decepción y rehusando efusivo con la cabeza. Hay tantas cosas que no encajan , hay demasiadas piezas sueltas en este puzle, tantas que ya ha perdido el sentido. Nada tiene sentido para mi Nuria, no sé donde estoy, dónde está mi lugar, quién es mi familia, quién soy Nuri, ya no sé quién soy. Y salí corriendo de allí, intentando escapar de todo lo que me persigue y no sé qué sentido darle.
Abrazó a su amiga intentando encontrar ese lugar, buscando el consuelo a tanta incógnita. Nuria correspondió la desazón de Sandra atropellando las manos sobre su espalda encorvada. Compadeció con caricias su atormentado llanto. Levantó su rostro con ambas manos y frente al gesto descompuesto de Sandra le aseguró:
Sandra no, tú eres fuerte, eres esa gallega entusiasta que vino a Madrid a comerse el mundo, para después mostrarnos en pequeñas porciones cómo es esa realidad que habías tragado y digerido por nosotros, una realidad que los demás engullimos todos los días sin percibir, en absoluto, su verdadero sabor. Por favor, Sandra, no te confundas, sabes quién eres y dónde está tu lugar, todo lo demás es atrezo, sin más. Eso sí, tu eres quien ordena y coloca los detalles en tu vida, y nadie más debe hacerlo, nadie más puede decidirlo por ti.
Sandra apoyó sus manos en el regazo de Nuria enderezando su espalda. Aclaró sus ojos con la mano derecha y secó con el revés de su palma los restos húmedos de sus mejillas. Consiguió esbozar una pequeña sonrisa a las palabras de aliento de su amiga. Sujetó la barbilla de Nuria con la otra mano y la atrajo hacia sus labios. Consagró su agradecimiento con un beso colmado de ternura. Nuria correspondió la muestra de cariño acariciando dulcemente su pálida mejilla. No hubo más, no necesitaron más para saber que las dos mujeres sentían un infinito amor la una por la otra, sin nada más.
Gracias Nuria, siempre has sabido estar, decir, sentir como necesito. Tienes razón amiga, tengo que dedicar tiempo a ordenar los detalles, a concretar los pormenores de mi vida, pero quien soy está claro, soy Sandra Nogueira, periodista, bueno casi. Voy a volver a mi casa, necesito hablar con ellos, con Amelia, con mis padres. Tengo que empezar por allí. Necesito conocer todos los detalles de mi pasado, bueno , del de todos nosotros. Y entonces el presente volverá a tener sentido . Y sabré por donde tengo que continuar. Allí comprenderé cómo seguir construyendo mi futuro. Tengo que volver, Nuria, volver.