He venido a esperarte, como todos los viernes. He comprado una bolsa de castañas asadas, como siempre en otoño. He traído la manta de cuadros rojos para calentar nuestro regazo mientras el sol se despide hasta mañana. Tenía muchas ganas de coger tus manos sobre las mías, y repasar los pliegues de ese terciopelo nácar que dibujan tus nudillos. Había soñado con volver a acurrucarme en tu cuello y adormilarme con el perfume que ondula tu melena de plata. Quería contarte despacito, en susurros para que me mirases con esos ojos de cielo, que ya no volvería a perderme por ningún otro camino que no fuese este en el que nos habíamos conocido. Había pensado atreverme a dejarte una caricia en los labios , esos que de carmín parecen cuando los alumbra nuestro bendito sol. He contado las hojas huérfanas ya de sus ramas. He saludado a los vecinos de paseo en su descanso merecido. He acariciado a las ardillas que buscaban tus frutos secos ausentes. He abierto mi diario por el último capitulo que habíamos escrito verso a verso.
Ayer me llamó María, me avisó para que no perdiese el tiempo en el camino. Estuvo muy cariñosa, su hilo de voz casi no me dejaba percibir que cimbreaba su barbilla . Hubo silencios, pequeños pero sabios. Hubo respeto, después de todo, por fin hubo respeto. Agradecí sus consejos, perdoné aquello que me habíais ocultado tanto tiempo. Y aproveche para invitarla a venir también, para descubrir quiénes y cómo nos queremos y nos habíamos salvado de un final maldito. Contestó que quizás, algún día tendría el valor que ahora había perdido, esa fuerza bendita que nos unió y alentó en cada uno de nuestros amaneceres para continuar.
Ahora sé que el sol que hoy se ponga irá a buscarte en cuanto me haya ido. No reposará ni un instante hasta iluminar allá donde hayas decidido esconderte. María no sabe que en la luz también hay sombras que dibujan los recuerdos. Ella no entiende que tu y yo sabemos cómo encontrarnos de nuevo , aunque el tiempo y el camino parezca que se nos hayan perdido.
Los viernes que hagan falta serán tuyos y no míos . Traeré mi bitácora y lápices de colores para cada párrafo no escrito.Y aunque se sequen las castañas y las hojas tiernas vuelvan al regazo de sus ramas, compraré frutos secos para esas ardillas hambrientas y un pañuelo de seda para cubrir tus hombros, mientras, poco a poco, en primavera el tiempo nos devuelva a nuestro camino.