Según Carrie Bradsow, Sex in the City, de todas las relaciones que establecemos en nuestra vida, la más importante y significativa es la que establecemos con nosotros mismos. No quisiera contradecir yo a esta columnista consolidada, aunque solo sea en la ficción, pero esta humilde bloggera piensa que la relación que uno establece con uno mismo no es más que el producto de todas aquellas relaciones que establecemos con el mundo que nos rodea. Si bien es cierto, el cómo nos relacionamos con nuestra familia, amigos, colegas, vecinos está prefijado por el carácter que hemos forjado con el tiempo, este tiempo a su vez esta lleno de tantas otras relaciones que nos ayudaron a crearlo. Es decir, que si nuestros primeros juegos en el jardín de infancia estuvieron predefinidos por nuestro yo más primitivo, fueron enraizando el tronco y las ramas de ese roble legendario que son las relaciones humanas. Ya en esta primera etapa, nuestros compañeros de juegos, así como nuestros nuevos guías espirituales, llámense también mestros, comienzan a definir que papel jugaremos en el campo, capitán de equipo y líder de la manada, gracioso empedernido, bufón de la corte, o rompecorazones a todo gas, o simplemente unos más del equipo. Aunque no tomemos conciencia entonces de qué papel nos ha tocado, si que es importante que seamos conscientes de que tenemos un papel y de que los demás también saben cual es tu papel, pues eso significa que tenemos un hueco en el grupo, que tenemos con quién pasar el rato, compañeros de andanzas y desventuras, la socialización del niño, que lo llamamos ahora. De las experiencias vividas en esta etapa, saldrán las premisas que establecerán cómo nos relacionaremos con los demás y muy importante, comenzamos a definir con quien nos queremos relacionar. Vendrán las primeras experiencias de la verdadera amistad, o el cándido amor, los desencuentros con los progenitores, y todo ello sin la más mínima transigencia hacia lo ajeno, sin la menor prudencia por el prójimo. Pero de sus fabulosas o fatales consecuencias, aprenderemos a validar y a hacer valer nuestra presencia en el mundo, nuestra persona entre los grupos, nuestra imagen en la foto, comenzaremos a aceptar a los demás, a aceptarnos a nosotros mismos, a respetarnos y a querernos, porque habremos asimilado que una parte de nosotros es ese reflejo en los ojos y el corazón de nuestros amigos, familiares, colegas, vecinos….., pero sobre todo, seremos lo que en todo este camino hayamos elegido.