Es jueves y esta semana infernal está llegando a su fin. Ha sido un alivio que Fernando se decidiera a llamarme. Creía que lo nuestro ya no tenía solución. Tres años tirados por la borda por un absurdo malentendido. Tengo que poner más cuidado con lo que escribo en los whatsapp. No todos entendemos las cosas de la misma manera. Me pasé de lista y le arañé su ego. Debo aprender que las alusiones a historias pasadas no hacen más que herir su orgullo, Fernando es un tío inseguro y no le ayudo si menciono mi pasado constantemente. Pero parece que le importo, si no de qué me hubiera citado aquí, en la cafetería donde nos conocimos aquel 4 de julio. Podría haber elegido cualquier otros sitio, será que quiere tocarme el corazoncito con algo como»¿te acuerdas de aquella tarde? cuando yo estaba en aquella mesa y tu entraste como una exhalación buscando un teléfono».
Recuerdo que llegaba tarde para informar a la redacción sobre última hora del Consejo de Ministros y no encontraba mi movil. El teléfono de la cafetería estaba estropeado y el camarero me miro con cara de «lo siento bonita, otra vez será». Debía tener cara de desesperación pues Fernando se levantó y se acercó para ofrecerme su móvil. En ese momento no me fijé más que en su Nokia y le pregunte que si le importaba que me dirigiera hacia la parte de atrás de la cafetería, donde habría mayor silencio. Fernando asintió amable y esperó de pie en la barra a que yo terminase mi crónica. Al regresar y verlo allí , inerte, absorto en la televisión, con la boca medio abierta y las gafas de pasta negras un tanto caídas sobre su perfecta nariz respingona, una punzada resonó en mi vientre. Se mezclaron la compasión y el repelús. No siempre acierto con la primera impresión. Aparentemente no era mi tipo, pero que menos que darle las gracias y devolverle su móvil. Él , visiblemente atraído por mi, acertó a invitarme a una caña.
¡No puede ser!. Aquel que estoy viendo en esa mesa,¿es Luis?. No veo bien su cara. A ver si mira hacia la ventana y puedo saber si es él. Tantos años, y tiene que ser hoy. Justo cuando parece que Fernando y yo vamos a arreglar de una vez por todas lo nuestro. ¡Mierda! es él. Esto es la puta ley de Murphy haciendo de la suyas.
¿Cuántos años hace de aquello con Luis? ¿unos 10 o 12 años? En realidad han pasado 11 años y 4 meses. Pensé que ya podía pasar página, que ese maldito cuento de terror se había terminado. Quizá Luis había desaparecido de la faz de la tierra y con él toda aquella tortura. Qué pudo cegarme en aquel momento para tardar 9 meses en terminar una relación tan tóxica. Aún recuerdo la imagen de Luis metiéndose una raya justo antes de acorralarme en el baño de su casa, con los ojos encendidos en sangre. Obligándome en forma de obsequio perverso a introducir por mi nariz el maldito polvo blanco. Era muy joven , inmadura , la inexperiencia o, la vehemente actitud de los 20 años. Luis supo como anestesiarme, mantenerme enganchada a su piel, a su espectacular físico de Hollywood , narcotizarme con sus tretas y marrullerías que me fueron aprisionando cada vez más.
Fernando me está mirando, ¿de qué carajo estábamos hablando? He perdido el hilo de la conversación. ¡Mierda , mierda! lo va a notar. Me estoy poniendo roja. Sí , seguro que sí. No, por favor, no. Espera, ya sé, me levanto y voy al baño. Así corto esta conversación, me repaso un poco la cara y no tiene que mosquearse. Y Luis, ¿no me verá Luis al levantarme? Joder, que estrés de tarde. A ver,¿ sigue en su sitio?…..Sí , habla por el móvil, ¡ahora! Fernando voy al baño, por favor, ten cuidado del libro que he de llevarlo a la biblioteca hoy mismo.
¿Los aseos por favor? Ah! Sí gracias, no vi el cartel. Mierda , ¡qué estúpida! Siempre quejándome de que la gente no lee los carteles, pues toma, en la frente. Espero que el baño tenga espejo, así podre ver si estoy presentable o no, o si tengo cara de susto o de gilipollas, ¡qué más da Sandra! Cómo si a estas alturas de la película fuese a importarte ese memo de Luis. La verdad es que sigue teniendo un físico espectacular. No parece que los años pasen para él como para el resto de los mortales. Esa camiseta que lleva hace honor a las curradas que aún se debe pegar en el gimnasio. ¡Umm…!qué olor el de esos pechos transpirando tras nuestros encuentros tórridos, fortuitos y enérgicos en aquellos vestuarios. Ya , guapa, ya. Que te estás poniendo cachonda. Historia superada. Céntrate en Fernando, Fer-nan-do, este sí va a ser el amor de tu vida, no lo jodas ahora.
¡Siiii! ¡Espejo espejito, mi salvación! No, pues no parece que esté colorada. Eso sí, o te pasaste con el maquillaje, o este color no es el tuyo. Bueno , aprovecho y hago un pis, que de los nervios se me afloja el muelle.
Vamos para fuera, venga Sandra, seguro que ya se ha pirado ese loco. Respira hondo, respira otra vez. Vale, tranquila de nuevo. Todo controlado. Soy una mujer adulta,…. esto no puede conmigo…., quiero mucho a Fernando….., es el tío de mi vida……, Luis es agua muy pasada….., ya no puede manejarme a su antojo….., no soy la marioneta de nadie. Sandra es grande. Perfecto guapa, y ahora sal que Fernando se va a mosquear o va a pensar que tienes una diarrea de caballo.
¡Vaya! No está, se ha marchado. Y Fernando, ¿dónde está Fernando? Joder, joder, que este también se ha largado. Uff…No, está en la barra, ¿pidiendo otra ronda? pues sí que está esplendido hoy. Bueno mejor me siento y espero. Así retomamos lo que estuviéramos hablando que sigo sin recordar. Mejor le digo eso de «perdona, que me estabas comentando se me ha ido el santo al cielo pensando en la cena sorpresa con tus padres mañana«. Que esta es otra, no se a que viene de repente una cena familiar estando como estamos, sin saber si esto nuestro va o viene. Pero bueno, ahora a relajarse, que Fernando sí lo tiene claro, y el peligro de que se encuentre con Luis parece haberse esfumado.
¿Uy, y mi libro? ¿Dónde puñetas está mi libro? no puedo perderlo o la multa por el retraso me va a dejar seca ¡Ah! , sí , vaya se ha caído al suelo.
Hola Sandra, ¿dónde te habías escondido? Susurran en mi oído y al incorporarme noto que una mano roza mi espalda y me toca el hombro.
Y como si hubiera metido los dedos en un enchufe, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, quedándome absolutamente paralizada.