Del Ying y el Yang. III Parte

Siempre nos ha gustado la fotografía, desde que éramos novios. Casualidades de la vida  mi primer trabajo tuvo que ver con la primera multinacional del carrete y el revelado que con todo lo digital hubo de reinventarse o morir. Fueron esos años los que me enseñaron todo lo que sé sobre filtros, color, contrastes, objetivos y demás elementos que aparecen hoy en todas las apps de edición de foto y video en nuestros Smartphone.  Yo sabía que este viaje iba a dar para mucho, por ello, antes de salir de casa había renovado mi tarjeta de memoria en la cámara y el móvil, para no poner límites a capturar instantes. Además, las fotografías formaban parte de los motivos por los que realizábamos el recorrido. Necesitaba inspiración. Y la encontré , incluso en aquellos lugares y momentos que, a priori,  no parecían serlo.Del Ying y el Yang

El tercer día decidimos bajar a la playa , cerca de nuestro alojamiento. Una playa más pequeña de las que habíamos estado viendo, pero llena de familias que intercambiaban un Excusez-moi por un Obrigado para hacerse con un hueco en la arena. Además me había resfriado ¡¡horror!! No hay cosa más incómoda en verano que tener la nariz en huelga por el tráfico intenso en sus vías, por decirlo finamente. Pensé meter la cabeza en el agua para aliviar los tapones nasales, pero la temperatura  del Algarve me hizo recordar que el Atlántico es un océano y el Mediterráneo un mar al abrigado por tres continentes, clase de geografía al instante, al tocar con mis deditos las olas de la orilla. Los poros de mi piel, pelos había pocos, se fueron poniendo en alerta como centinelas.    

-¡Vamos mamá! Que no está fría!! –Me gritaban mis dos pingüinos cubiertos hasta la cintura.

-Lo siento chicos, otro día será. Hoy me quedo sin probarla — Di media vuelta sobre mis pasos y me lancé cual superwoman, sobre la toalla.

Antes de volver a coger mi libro y perderme en «El cuento de la Criada» de Margaret Atwood, fantástico por cierto, me llamó la atención la mirada de una madre portuguesa sobre otra mamá francesa que amamantaba a su bebé próxima a ella.  En un primer momento, el desconsuelo y la rabia de esos ojos me sorprendieron torpemente. Y digo torpemente porque prejuiciosa  pensé  que tampoco era tan extraño amamantar a un bebé en la playa, vamos que hoy por hoy en cualquier lugar se hace, que en España  hasta en el Congreso lo hemos visto. Pero cuando fui capaz de ampliar el foco y quité el zoom de sus ojos, abriendo el plano, el rostro bajo el sombrero de helado de fresa me dio la verdadera respuesta. Su risa era aguda y chillona, sus manos inquietas y peleonas con la toalla de su madre, pero su perfil era un cuadro de Picasso y su frente un despropósito de la naturaleza. La pequeña trataba de llamar la atención con diminutos pellizcos a una madre que no podía quitar ojo a los mofletes del bebé de al lado, enrojecidos por el sol y la toma reciente. Aunque trataba de recomponer su sonrisa para atender a su pequeña y contagiarse del entusiasmo que albergaba su recién estrenada inocencia,  a duras pena conseguía disfrazar su frustración.

-¡Qué duro tiene que ser !

-¿Qué dices? No te he oído, ¿me decías algo? –Luis se tumbó sobre su espalda poniendo su cara a la altura de mi boca ,  mirando hacia el cielo, yo no podía apartar la vista de la escena.

-Sí. Te decía que tiene que ser muy duro, querer con toda tu alma a un hijo, inocente, pero a la vez sentirte culpable de su desgracia, sentir que le has fallado de alguna manera provocando que su vida vaya a ser  distinta a la del resto. Tiene que ser muy frustrante.- la palabras salían a latidos de mi boca, la tristeza de aquella madre inundaba toda la playa, como un tsumani.

-No entiendo a que te refieres ahora. Los chicos hoy están contentos , aún no se han pelado, no hemos hecho nada.

-No tiene nada que ver con los niños, Luis. Es esa madre de ahí detrás, y su hija, no mires ahora. Además hay un hermano mayor al que ni mira. Solo le grita y le regaña, y el pequeño quiere jugar con alguien pero no le deja acercarse a la hermana.Praia da Benagil

Aquella escena me devolvió de golpe a mis absurdas preocupaciones. Las  reflexiones sobre esa madre me hicieron darme cuenta que perdemos mucha energía, tiempo y vida , en definitiva, tratando de llegar a la perfección. Descuidamos detalles tan valiosos como su sonrisa, su pellizquito en las manos, sus ganas de jugar o su alegría por estar aquí contigo, por unos muy  dudosos caminos hacia estereotipos sobre la belleza, la sabiduría o la fortaleza de nuestros hijos que no son más que abstracciones de una sociedad débil y decadente.

-¿Pero ahora dónde vas?–Me preguntó Luis al ver que me levantaba de un golpe sobre la toalla y salía corriendo hacia la orilla.

-¡¡ A pescar con mis pingüinos!!- y de un salto me zambullí de cabeza entre Mario y Bruno que buscaban algún jurel para la cena cerquita de la orilla.

Los días pasaron de playa en playa, de acantilado en acantilado , de instantánea a instantánea. Los niños parecían haberse adaptado al paisaje tanto como el paisaje a sus juegos, por lo que en las excursiones se transformaban en piratas y corsarios o practicaban como equilibristas y escaladores profesionalesGaviotas mensajeras en las escaleras y caminos que nos llevaban a las playas y acantilados. Mientras, nosotros buscábamos la manera de inmortalizar sino en nuestras retinas, con nuestros objetivos, el turquesa de las aguas de Benagil, la intimidad salvaje de la Praia de Paraíso en Carvoeiro, o las coquetas gaviotas en la inmensidad de la Praia Da Rocha.

Y  el último atardecer me llamó para que nos despidiéramos. Necesitaba conversar con el mar y dar las gracias al sol por su compañía en este viaje. Respirar el calor decadente de su poniente y acariciar con la punta de mis dedos su perfil en el horizonte. Y ellas con su plumas blancas de punta negra, vinieron a despedirse conmigo. Y susúrrame al oído , al compas de las olas arañando las rocas:

«La belleza está en tus ojos, en la bondad de tu mirada para encontrar en el prójimo la realidad de sus palabras, la mentira en sus actos.

Quédate con lo que sume y desestima todo aquello que reste, atiende a la necesidad de escuchar, respetar y amar a un mundo que navega, sin razón, a la deriva «

Fin de este fabuloso viaje a El_Algarve portugués

 

Nota de Antoñetta: Gracias a mis queridos vecinos portugueses por acogernos siempre con tanta amabilidad y alegría. Les recomiendo esta fabulosa canción de Dani Martin  en El Canto del Loco_ Puede Ser.

 

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