Y le miraba con los ojos llenos de lagrimas, de alegría, la profunda alegría de tenerlo entre sus brazos . Aunque en el fondo de su alma existiese un resquicio de resentimiento por ser el fruto de la brutalidad más mezquina , de la sinrazón de un hombre adherido a su familia por mera necesidad. Kenia no podía olvidar el monstruoso momento en el que este niño fue engendrado, como tampoco podía obviar los esfuerzos de la criatura por seguir adelante, por sobrevivir en su vientre pese a las múltiples adversidades. Era de ley que aquel niño conociera este perverso mundo, aunque solo fuera por la esperanza de cambiar el destino de su madre.
La vida es muy injusta y reparte suerte de un modo muy aleatorio, y a Kenia no le había tocado ni un poquito. Desde muy pequeña tuvo que aprender a cuidarse sola, pues sus padres estaban demasiado drogados o enfermos para cuidar de ella y de sus 5 hermanos en uno de los barrios olvidados de Nairobi, el barrio de Matopeni. Aún así, Kenia con tan solo 13 años se levantaba todos los días para acompañar hasta el colegio a sus dos hermanas pequeñas Sarabi y Johari, y a los muchachos tambien, Ironi, Tafari y Mamadou. Tras cruzar la capital y dejarlos en la puerta de la escuela, se dirigía a los puestos de Médicos sin Fronteras y la Cruz Roja para conseguir los medicamentos para sus padres y algo de alimento para el día de toda la familia.
Aunque Kenia no se paraba a pensar en su situación, en lo injusto que suponía que ella fuera la única de sus hermanos que no fuese a tener la posibilidad de encontrar un futuro mejor, tenía la incertidumbre y superstición continua de que todo podía ir a peor. Y así fue en poco tiempo. Su padre empeoró , prácticamente se consumió en su propia desgracia, y no tardó más de 3 meses en pasar al mundo de los espíritus. Kenia sabía que no aguantarían solas en esa casa mucho tiempo sin la presencia de un hombre. Desde hacia tiempo su madre prostituía su cuerpo para satisfacer una necesidad que Kenia jamás pudo comprender , la de tener siempre un hombre en su lecho. Así conseguía algo de dinero para sus drogas y algo quedaba para alimentar a su camada.
Unos de esos hombre decidió quedarse, tomar posesión de lo único que les quedaba, su casa, si puede llamarse así a cuatro paredes de adobe con techos de hojalata y una puerta de malla que rara vez estaba cerrada. Como no había más separación entre las estancias de la casa que sábanas mugrosas colgadas de una cuerda, Kenia se despertaba todas las noches al quejido de su madre mientras Kendí arremetía contra su cuerpo , cual peor fiera de la selva apareándose con su semejante. Así se llamada el que cumplió con las peores supersticiones de Kenia. No solo se aprovechó de su madre enferma y la embistió sexualmente hasta desgarrarla por dentro, y cuando no pudo continuar con sus maltratos carnales, comenzó con la fuerza física, de algún modo debía liberar el torrente de hormonas que no salía por su pene. Hasta que se dió cuenta que en aquella casa existía una nueva víctima a la que dirigir su energía. Kenia no soportaba su mirada libidinosa mientras aseaba a su madre inerte en el catre. le provocaba un profundo ahogo notar como buscaba sus pechos mientras ordenaba las camas de sus hermanos, o mostraba su torso en señal de macho alfa.
Aquel día volvió antes a casa, tras dejar a sus hermanos en la escuela, pues su madre había pasado una noche febril , con delirios y vómitos y se encontraba prácticamente inconsciente. Kenia temía verdaderamente por su vida y le asustaba pensar lo que haría si se quedase ella sola con sus hermanos y aquel monstruo en su casa. Pero la preocupación por el estado de su madre no la dejó advertir que aquel ogro había estado bebiendo y se encontraba especialmente excitado.
Kenia comprobó que la temperatura de su madre comenzaba a subir y los escalofríos empezaban a aparecer. La incorporó como pudo, apoyando la nuca sobre su antebrazo y haciendo fuerza con el mismo para que pudiera meterle en la boca el antitérmico que le habían dado los de la ONG. Una vez introdujo la pastilla hasta el fondo de su garganta, le lleno la boca de agua y masajeo su tráquea para que todo fuera dentro. La limpió el sudor , lavó la cara y peino los cuatro pelos rizados que le quedaban sobre la frente. Kenia la miró con infinita dulzura, pero no dejó que las lágrimas superasen sus pestañas. Al levantarse frotándose los ojos se topó de golpe con el rancio olor a macho y el agrio aliento ebrio de Kendí. La agarró fuertemente por los brazos y tiró de ella hacia sí, la volteó y enganchó sus mamas como si fuese a atravesarle el pecho con ellas. La muchacha consiguió zafarse de los musculosos brazos que la rodeaban y alargar lo que pudo los suyos para buscar en la bolsa de Médicos sin fronteras el bisturí que ella misma había robado del puesto, en el intento de hacerse con algo para defenderse de aquello que parecía inevitable. La subió el vestido hasta la cabeza y aprovechó el trapo para ahogar sus gritos. Kenia no acertaba casi a respirar y aguantaba como podía los pujos del aquella aberración de ser humano. Cuando terminó de vaciarse en su interior y perdió la fuerza como Sansón con su melena, Kenia consiguió deshacerse de la soga del vestido, se giró sobre sí misma y le clavó el bisturí allá donde pudo. Kendí abrió los ojos como poseído e intentó sujetarla fuertemente del cuello, pero la adolescente le empujó fuertemente con sus caderas y le empotró contra el único mueble que había en la casa, una alacena de madera. Se clavo los cristales que saltaron de las vitrinas y le rajaron su mejilla derecha. Kenia se abalanzó sobre la cocina de carbón y cogió el quemador de hierro con el que le amenazó nuevamente. El engendro de ser humano salió despavorido por la puerta y nunca más volvió a saber de su existencia.
En breves semanas Kenia supo que aquel horrible acontecimiento tenía sus graves consecuencias creciendo en su vientre. Pero tras la muerte de su madre, no podía pensar más que en sacar a sus pequeños hermanos adelante. No podía permitirse ni un momento para coger aliento o pensar. Debía seguir consiguiendo alimento a diario para todos, mantener su casa segura de ningún otro malhechor y libre de ninguna otra enfermedad. Los meses de gestación fueron muy duros, y solo gracias a la labor solidaria de los miembros de las ONG`s allí presentes, consiguió superar cada una de las etapas. Sus riñones se vieron agredidos por la falta de líquidos y su sangre se volvió más espesa. Pero ella no podía permitirse caer postrada en una cama, por eso hizo todo lo que sus amigos los médicos solidarios le dijeron. No faltó ni un solo día a sus revisiones, no podía imaginar qué pasaría con sus hermanos si ella dejase de existir.
El día que llegó Dakari, eligió el nombre a conciencia. Significaba felicidad, ese niño venía a mostrarle el camino de la buena ventura, estaba aquí para cambiar la vida de su madre y la de sus tíos. Él sería el primer hombre en su familia, junto con sus tíos Ironi, Tafari y Mamadou que dignificarían la figura del hombre en su mutilada familia. Ella se encargaría de inculcarle respeto, adoración y profundo amor por las mujeres de su familia, por las mujeres , y ya está.