Coto privado

He llegado hasta ese punto del recorrido donde tengo que volver a elegir: izquierda o derecha, por el sendero o continuar en el asfalto, arriesgar los tobillos o continuar machacando mis rodillas, o simplemente deshacer el camino por donde había llegado hasta aquí. Pero  nunca me han gustado las vueltas atrás, ni tan siguiera para comprobar que he cerrado bien el coche.

Decido perseguir perdices a través de los cotos, buscar las nuevas madrigueras que aún no habían descubierto los perros de los cazadores ayer domingo, en fin, encontrar un nuevo escondite donde poder sentarme a descansar y poner en orden la cabeza.  Miro la hora en la pantalla del móvil, las cinco y cuarto, la próxima semana no podré hacer este recorrido, aún estaré escribiendo esos absurdos anuncios que nadie lee, pegada a una pantalla que no es ninguna ventana para escapar a alguna parte.  Algunas veces mi mente juega a ser Alicia en el país de las maravillas y me meto dentro de ese espejo opaco que es mi pantalla y navego por sus circuitos buscando al conejo y la reina de corazones, en los últimos meses ya casi no se me abre esa puerta para huir a mundos paralelos que me devuelvan aquello que me quitaron. Levanto la mirada hacia el cielo para ver si encuentro alguna señal que me ayude a decidir mi camino. Ahí están de nuevo. Las nubes.Coto privado

Me detengo a mirarlas. Siempre he pensado que el paso de los días en nuestra memoria son como ellas . Algunas, superficiales, casi sin forma ni contenido , rápido quedan borradas por el viento ,o se evaporan y diluyen por los cambios en la atmósfera.  Otras mantienen parte de su silueta, pero van adquiriendo formas distintas con el paso de las horas. Las más fuertes, aquellas que son las huellas que el universo nos deja para demostrarnos su poder y belleza, esas permanecen puras en el firmamento hasta que la luz desaparece y apaga la vida, hasta que llega un nuevo amanecer. Todavía recuerdo aquella conversación sobre las nubes contigo, mientras el objetivo de mi cámara no paraba de enforcar y volverse loco con aquel lienzo de color y trozos de algodón prendidos en él.

-¿Qué haces? Pareces una estatua ahí plantada con esa cara de introspección que asusta.

– Estoy mirando nuestro cielo, hoy no hace más que hablarme con sus formas.

– ¿Nuestro? Por fin formo parte de algo en tu vida, ¡qué emoción!

– ¡No! Bueno sí, un poco, pero no mucho aún. Este cielo es mío y de algunas personas que han formado parte de mi vida y que ahora me hablan a través de las nubes. Tú sigues aquí, y aunque nuestra comunicación no sea de lo más fluida, aún podemos hablar cara a cara. Me refiero a personas que llegaron a mi vida, pero por esas cosas que pasan, esas que se pueden evitar, que te hacen cambiar de plano, de hemisferio o de punto de gravedad, ya no podemos comunicarnos como antes. Sabes  a que me refiero no?

 – Pues no, la verdad es que no te pillo Sofía. No hables con jeroglíficos, o metáforas de esas que te gustan tanto…a mi simple por favor….

Coto Privado y olivos

Sin darme cuenta he llegado hasta los olivos. Nuestros olivos. Estos sí.  En vez de continuar por el camino marcado por las ruedas del 4×4 del guarda del coto, decido zigzaguear entre las copas para engañar un poco al gps y alimentar así mi ego con los kilómetros recorridos. Tropiezo con uno de esos tentáculos de un olivo que ha salido a traición de la tierra para reírse de la torpeza de los corredores novatos como yo.  Me doy de bruces contra las hojas secas del padre del aceite más español, ese oro líquido que tanto nos da y nos quita. Me siento sobre el regazo que formas esas raíces traicioneras y continuo observando el cielo y muestrario de color. Tengo la sensación de estar sentada sobre tus piernas , abrazada por tus deseos de compartir conmigo aunque solo fuese una sombra de olivo, un minuto en mitad de mi recorrido, un sólo atardecer. Vuelvo a las nubes. Regreso a aquella última conversación entre los dos.

– Hay personas que estuvieron en un momento de mi vida y me enseñaron a confiar en mi misma, a escucharme más a menudo, a descubrir aquello que era un valor en mi y sin su mirada nunca lo hubiera comprendido. Conectamos Javier, sin más. Sin necesidad de muchas palabras, de demasiadas explicaciones, simplemente me aportaron paz, tranquilidad en el alma por demostrarme que no debía seguir buscando lo que ya estaba en mi interior. 

– ¡Ostras! ¡Qué profundidad Sofía!  Ya, será que yo hablo demasiado, por eso no conectamos ¿Y que te dicen ahora?¿Que aproveches a ese macizo que tienes al lado o que me lances sobre estas huertas estériles y me hagas el amor hasta que amanezca?

 ¿Te parece estúpido? Pues no me preguntes si te vas a reír de mi.

– No Sofía, por favor, no te lo tomes así. Es una broma. Solo quería quitarte un poco esa cara de circunstancia que tienes. Nada más. No pretendía molestarte. Por favor, perdóname. Entiendo lo que dices. Pero parece que te pone triste y no me gusta verte triste. Déjame conectar a mi también. 

-No me pone triste. Me acuerdo de ellas, y me emociona ver las nubes porque ellas me enseñaron a disfrutar de los detalles que nos brinda cada día. Pero está claro que tú tampoco sabes ver los detalles. Esto es absurdo. Déjame con mis metáforas y mi cámara tranquila. Por eso nunca será nuestro cielo , lo ves. O conectas o no. Sin más. 

Sus ojos y sus brazos se abrieron tanto como pudieron para encontrar algo que le reconciliase con mi soberbia estupidez de aquella tarde, pero no acertó a decir más que:

-No pretendía burlarme de ti , soy torpe con las palabras, perdóname si no se utilizar este lenguaje tan bien como tú. 

Te vi alejarte como un perrillo asustado, huyendo del maltratador que le azuza con el palo que le hiere una y otra vez. Tu silueta a contraluz quedo impresa entre las nubes del horizonte Sentí lastima. De mí. Era incapaz de abrir la puerta desde entonces. Era como esa estatua de piedra que tu describías, tallada por un punzón que había dejado demasiadas cicatrices, no solo en mi piel.

El frío de un sol que ya se quiere marchar, ha enfriado los hilos de sal en mis mejillas. He sentido un soplo en la nuca que me ha hecho girar de golpe la cabeza. He chocado de bruces con la áspera corteza del olivo. Al levantarme y apoyar la mano para no volver a caer, mis dedos han notado un surco.Profundo. Es un corazón. Tiene algo parecido a una S en su interior.

Coto privado y el sol

Nota de Antoñetta: si has llegado hasta aquí, por favor, no olvides escuchar el siguiente video y después vuelve a leer. Y ahora ¿ me cuentas que has sentido?

Youtube: Cold Little Heart

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