Sentía que el estómago se le salía por la boca. Todas las mañanas se levantaba con el mismo amargor en la garganta y un agujero en el centro de su persona que no le permitía enderezarse hasta desalojar sus vísceras en el retrete. No sabía por cuánto tiempo podría continuar con la misma situación. Eran ya meses, años, casi un lustro, sin poder comenzar el día como cualquier persona normal. ¿O ese era el despertar de las personas normales? Gabriel ya había empezado a dudarlo también. Quizás todos aquellos que albergaban un cargo de responsabilidad como él, los mismos con los que jugaba las partidas de pádel tras las maratonianas jornadas laborales o los compañeros del golf de los domingos, recibían cada día atragantándose con su vómito, como él.
Llevaba tiempo sin poder encontrar una razón con la que justificar su malestar, tal diarrea corporal. Al principio pensaba que era por la reunión con el nuevo director de área, o la entrevista con este para conseguir otra meta de su gran escalada hacia la cima, o simplemente, le echaba la culpa a la maldita cena del chino de la noche anterior. Empezaron siendo días aislados, pasaban semanas entre una vomitona y otra, aunque la acidez en el estómago era prácticamente constante mientras corría por la oficina de anotación en la agenda en anotación. Incluso había comenzado a curvar su escuálida columna haciendo de su imagen el reflejo de Golum. De hecho, algún pelo más le quedaba en su anoréxica cabellera , pero últimamente había decidido rasurárselo para perder el menor tiempo posible delante del espejo del demonio.
La vomitona de esa mañana sí creía tener dueño. Absorbiendo los hilos de baba que resbalaban por su barbilla, se incorporó frente al espejo para comprobar que sus ojeras habían profundizado la oscuridad de su mirada. Abrió el grifo del lavabo para aclararse la amargura de la garganta y escupió tantas veces como pudo sobre el esmalte blanco. Encorvado como una artrítica anciana se aproximó a la ducha para intentar recuperar algo de dignidad a su desastrosa idiosincrasia. Al acercar la toalla a la mampara de la ducha, quedó hipnotizado por el color rojo y le golpearon en la cabeza los fotogramas de la reunión del día anterior, la cara de inclemencia de los responsables de su equipo al comprobar que otra vez les había robado la idea de la nueva campaña, pero especialmente sacudía su retina la imagen de aquel creativo con coleta rubia e indumentaria un tanto desaliñada.
Habían cambiado de agencia de publicidad para los próximos anuncios y aquella copia falsa de Bob Marley o Mick Jagger le había resultado familiar. La reunión se había desarrollado con tanta tensión como el enfermo que espera su último diagnóstico. Las puntualizaciones de su equipo sobre la presentación que había realizado sobre el boceto de los spots que debían crear los publicitarios, habían conseguido dejar en evidencia que también era un negado en marketing. Y que esta vez, no iban a dejar que volviese a apropiarse del mérito ajeno como parásito que era.
El hecho es que al terminar la reunión , aquel tipo de la agencia se le acercó cuando ya hubieron quedado solos en la sala de reuniones:
-Tú eres Gabriel, Gabriel Cortés, del barrio de Orcasitas, no me equivoco, ¿verdad?
Efectivamente se conocían, pero Gabriel no conseguía ubicarle. Había hecho demasiados esfuerzos a lo largo de su vida adulta para borrar todos aquellos recuerdos, lazos y enlaces que le relacionaran con aquel barrio, con su barrio.
-No, soy Gabriel Cortez, con z y no conozco el barrio de Orcasitas. Vengo de Sevilla, capital claro.
-Y una mierda, tu eres Cortés, el mierda del Cortés que yo conozco de la calle Guetaria. De Sevilla, Ja! más quisieras tú. Qué no se te ocurrió otra excusa para ocultar ese acento barriobajero. Por lo que veo, te trata bien la vida , o espera, no tanto no? Esas ojeras te delatan amebita. Has aprendido a sobrevivir muy dignamente chupando la sangre del que te rodea. Buena estrategia para un necio como tú.
Gabriel intentaba no levantar la mirada hacia aquel bohemio de la publicidad, colocaba las sillas alrededor de la mesa y guardaba sus documentos en el porfolio para evitar que percibiese las gotas de nerviosismo escurriendo por su frente.
-No sé de qué me hablas. Te estás confundiendo de persona. Si me disculpas, tengo que devolver la llave de la sala y el cable del proyector porque después la necesitan unos compañeros. Además tengo que presentar vuestras cifras al director para saber si cerramos o no con vosotros la campaña. Por cierto, ¿trabajáis algún tipo de descuento por desviación en los GRP’s? Es interesante presentar la posibilidad de ahorros si no se cumplen las expectativas.
-Nosotros siempre cumplimos con las expectativas y, no , no trabajamos con descuentos de ningún tipo , y menos si eso puede servirte para sumar un mérito que parece tener otros dueños. Por lo que veo los parásitos nunca cambian, y encima reniegas de tu pasado. Quien olvida de donde viene acabará olvidando quién es. Aunque veo que para ti eso no parece ser un problema. Estoy seguro de que te encanta esta vida que te has inventado a costa de los demás y el destierro de algunos menos.
Verdaderamente las palabras de Tomás, habían calado hondo en su cabeza y taladrado con profusión sus tímpanos durante el resto del día. La lengua roja de los Rolling Stone de su camiseta se burlaba de él una y otra vez en las pesadillas que habían alterado la vigilia de esa noche.
El agua comenzó a caer sobre su espalda mientras se apoyaba con las palmas de sus manos sobre la pared del baño. Y como si de una canción se tratase, acompañó el sonido de la ducha tarareando su apellido: Cortez con z y soy de Sevilla, Cortez con z y soy de Sevilla, Cortez con z……