Sus patas suenan una y otra vez sobre la tarima. Intento concentrar mis sentidos en esos párrafos llenos de tecnicismos, neologismos y toda clase de ismos, pero ese suave castañeo de sus uñitas inquietas me aparta finalmente de la pantalla. Al pie de la escalera salta al ver que he aceptado su invitación a un nuevo paseo. Tardo unos minutos en cambiarme de gafas por otras de sol, acoplar los cascos a mi móvil y elegir la lista de spotify que va a sonar durante nuestro recreo. Ella acompaña mis movimientos con el compás de esa cola de nutria que no para de demostrar que la emoción se está apoderando de su inquebrantable paciencia.
Arrojo mis llaves en el bolsillo y recojo del porche su correa para asegurarla antes de salir de casa, pues no sería la primera vez que otro de su especie con mala educación, nos increpa y nos asusta antes de pisar el asfalto. Cruzamos la calle y espero a que su olfato decida hacia qué parte del camino vamos a dirigir nuestros pasos. «Hacia los cotos «, me dice con esas orejas que ahora ya vuelven a acariciar la hierba. Se cruza de un lado a otro y olisquea alrededor de mis pasos como ensayando una coreografía que ya casi tiene sabida. Sube por el pequeño sendero hacia lo alto de la colina, se para hasta que la alcanzo como queriendo mostrarme algo , sabiendo que hoy el paisaje nos trae un regalo distinto . De nuevo serpentea delante de mi al ritmo que marca su alocada cola.
«Pero si ya han florecido , Nuca . Ya llega la primavera!! Por fin el sol se quedará más rato con nosotras, e iluminara de nuevo las ramas en flor y llenará de calor nuestra paleta de colores». Se que me sonríe con esos ojos negros, pues dibuja su sonrisa al mover su cabeza de lado a lado, mira hacia el horizonte y continua su paseo . Y yo detrás de ella no puedo dejar de agradecerla que me muestre día a día como disfrutar de las pequeñas y maravillosas cosas que tiene la vida .