Cap_4 Amelia, Nuria y Luis

mujer angustiadaSandra, tienes que venir cuanto antes . Es la tía Amelia, se la han llevado esta mañana al hospital de La Coruña. Parece grave.

Pero, ¿qué ha pasado?, ¿por qué? ¿qué tiene? 
Aun no sabemos nada. Están haciendo pruebas. Tienes que venir. Mamá te necesita, ella no puede con todo. Alguien tiene que cuidar de Rubén y mama no puede estar en todos lados.
Y Rodrigo y tu, Yago, ¿qué sois ?¿Extraños?  ¡Venga, no me jodas!. Voy por la tía Amelia , no puedo quedarme en Madrid sabiendo que algo le pasa, pero vamos que en el siglo XXI me vengas con esas chorradas tan machistas. Vamos Yago, espabila y sal de la cueva.

 

No acertaba a colgar el teléfono. Sandra no sabía que le ponía más nerviosa, la situación inesperada de su querida tía Amelia o la reaccionaria actitud de su hermano mayor. Se levantó del sillón luchando contra la tremenda presión que se le había puesto en el pecho. Tiraba de ella hacia atrás y hacia abajo como una maldita soga unida a una piedra. No podía dejarse abatir. Necesitaba fuerzas para afrontar el camino de ida y estar de nuevo frente a su padre. Eran casi dos años sin hablarse prácticamente. Había realizado viajes esporádicos a Arteixo para ver a su familia pero su padre había estado ausente en todas las ocasiones. Sandra no tenía ninguna intención de doblegarse ante su exigencias, ella no estaba haciendo nada malo, tan solo construir su camino, y este no estaba obligatoriamente al lado de su familia haciendo de criada y enfermera a la vez. Sus hermanos Yago y Rodrigo habían tenido oportunidad de hacer lo mismo, pero ninguno quiso arriesgarse saliendo del amparo familiar. Si ellos continuaban con la vaquería de leche de su padre, había sido decisión propia, nadie les obligó a continuar los pasos de su padre, nadie les impidió estudiar, ellos mismos se pusieron los límites.

Sandra metía compulsivamente, en una pequeña bolsa de deporte, aquello que iba encontrando en los cajones de su habitación, a modo de improvisado equipaje. El repaso a la vida de sus hermanos, de cómo ellos no habían hecho nada por cambiarlas y continuar con la humilde trayectoria de la familia Nogueira, se mezclaba con imágenes junto a su tía Amelia.

Amelia, Amelia, solo pronunciar su nombre le provocaba una sonrisa y el bienestar que casi ningún otro miembro de su familia conseguía. Su tía era la dulzura personificada, la calma , el sosiego, el saber hacer y poseía un don especial para escuchar y encontrar siempre la palabra adecuada. Había sido su profesora particular en la infancia, aquella que tras llegar de la escuela, dejaba sus tareas para más tarde y acompañaba a Sandra en la solución de sus deberes, le mostraba con paciencia y entusiasmo dónde se encontraban los secretos del saber, despertaba en ella el interés por continuar descubriendo el mundo, aquello que en la escuela pocas maestras sabían hacer como ella. Notó un nudo fuerte en la garganta, pero no quería llorar, no quería adelantar acontecimientos. Esto no tenía por qué suponer nada. Pretendía mantener toda la energía positiva que pudiera, pues nada malo podía pasarle a su tía. A Amelia no. Ella era su mentor, y aún no había podido demostrarle todo lo que había aprendido de ella y cómo había sabido utilizarlo en su vida para conseguir su meta.

De repente frenó en seco, ¡Luis! pensó. El corazón le subió a la boca y las manos apretaron con fuerza las prendas que sujetaban. ¿Y qué le digo yo ahora? no va a entender que me marche así de repente y le deje colgado con la recepción del gimnasio. Sandra se quedó bloqueada durante unos instantes, pero cogió el móvil y llamó a Nuria. Sabía que podría contar con ella para esta ocasión. A Luis era mejor presentarle los problemas ya con las soluciones y a Nuria ya la conocía de las suplencias de vacaciones. Si no entraba en bucle y no había manera de sacarle de ahí. Se encendía como una mecha y solo Dios sabía cómo podía acabar, en una implosión o en una explosión, y mejor no estar cerca para comprobarlo. Desde que se metía tanta mierda para estar cachas, y para lo que no era estar cachas, las pocas neuronas que tenía estaban aletargadas. Quizá por ello tenía muy poca capacidad para resolver cualquier circunstancia fuera de lo cotidiano.

Nuria, tengo que pedirte un favor, un gran favor. Marcho esta misma noche para Galicia. Me ha llamado mi hermano, parece que algo grave le ha pasado a mi tía Amelia, sí sí esa, la maestra. Si eso es, necesito que me cubras en la recepción. No creo que sean más de tres o cuatro. Si guapa , lo prometo, te compensaré por ello, como siempre. Sé que tú eres la única que puede aguantarlo, además te vas a poner la botas, ya lo sabes. Si luego te gusta, viciosa, que allí hay cada una, anda guarra. Vale perfeto, en media hora en el gimnasio, que todavía tengo que pillar el billete de autobús o no salgo esta noche. Besito.

Sandra sabía que podía contar con Nuria siempre. Desde aquella noche en el pub, aquel en el que acabaron como el rosario de la aurora, Laura , Nuria y ella eran inseparables, indestructibles e irresistibles, como les gustaba decir, seguido de una carcajada y un brindis de botellines. Ella no participada de la misma fiesta que Laura y Nuria, a Sandra le gustaban otro tipo de atracciones más masculinas , pero en algunas ocasiones, no se oponía a los arrumacos, caricias y fantasías que se les ocurrían a sus dos amigas.

Aún con el teléfono en la mano , cogió su bolso donde estaba su agenda con el número de Alsa.

Hola, buenas tardes. Por favor un billete para La Coruña. Si para esta misma noche. No solo ida. Si, de acuerdo. Hasta las 21.00.Si apunto B5437A. Si, si claro. Allí estaré. Gracias, adiós.

Sandra cogió la bolsa de deporte que contenía su ropa, la cazadora color marrón tipo plumas y el bolso con su cartera y el móvil. Salió de casa y cerró la puerta dando un portazo. No se molestó en echar la llave, pues Laura estaría a punto de llegar de la farmacia donde hacía prácticas.

Se dirigió hacia el gimnasio donde ya le estaría esperando Nuria. Efectivamente, allí estaba, frente a la puerta con su larga gabardina negra y las botas de motero. La saludo con un profundo beso en la mejilla, aunque Nuria hubiera preferido algo más cerca de sus labios. Llevaba los ojos enmarcados con lápiz negro que resaltaba enigmáticamente el azul de su mirada.

Hoy te salvas bonita, pero a la vuelta de tu viaje quiero mi beso. La guiñó un ojo mientras pellizcaba suavemente su cacha del culo.

 

Gracias por venir, Nuria, eres mi salvación. Te prometo que todo pasará rápido y te compensaré por ello. Ya sabes que Luis es un tipo peculiar, como poco, pero contigo sabe que no tiene nada que hacer, así que te dejará en paz. Y tu vista va a disfrutar de lo lindo. Ya me lo dirás.

Sandra entro primero en el gimnasio, tras ella, Nuria. Luis estaba apoyado en la recepción sacando pecho, con los codos apoyados en el mostrador y contoneando levemente el trasero al ritmo de hilo musical. A su lado estaba una de las socias del club. Hablaba con él animadamente tocándose el pelo con una mano, mientras la otra repasaba su cintura. Parecía una escena previa al apareamiento entre dos aves, entre un buitre y una pájara, pensó maliciosamente Sandra.

Luis se enderezó al ver a Sandra y Nuria dirigirse hacia él. Es más, cambio el gesto. Su rostro se helo, torció la boca y se tensó. Sandra supo que no sería fácil salir de allí sin tener que dar algo a cambio. No bastaría solo con haber llevado la solución.
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